Feliz día del Médico Ecuatoriano

 Opinión 

En este día del médico resuena un verso de lucha y resignación,
donde el pulso del sector público se aferra al deber sin recompensa,
y en cada guardia nocturna, en cada fin de semana y feriado,
se escribe la odisea de profesionales y no profesionales,
con la tinta invisible de horas no reconocidas.

Bajo contratos efímeros que se renuevan perpetuamente,
la estabilidad se vuelve quimera, un ideal nunca convocado;
la ley enuncia derechos de carrera sanitaria
que, sin reglamento, se desvanecen en el viento
de promesas incumplidas y jornadas infinitas.

Mientras los egresos se elevan como montañas impasibles,
la retribución se mantiene inmóvil,
y en el murmullo administrativo se repite un estribillo
de “hora de entrada, no de salida”,
eco de un sistema que se rehúsa a reconocer el sacrificio.

Desde Correa hasta hoy, el relato se teje con hilos de inercia,
un poema de esfuerzo y de olvido,
donde cada latido en el hospital es una lucha
por dignificar lo cotidiano,
por transformar la ausencia de justicia en un clamor de esperanza.

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