Victoria Christi super Babylonem scortum et lapsus Satanæ (La Victoria de Cristo sobre la Ramera de Babilonia y la Caída de Satanás).
Reflexión Teológica
Crítica a las Acusaciones Protestantes
La acusación de que la Iglesia Católica es la "ramera de Babilonia" constituye una interpretación que surge en el contexto de la Reforma del siglo XVI y se ha promovido, principalmente, por ciertos grupos protestantes en un intento por justificar sus doctrinas divergentes. Esta interpretación se basa en una lectura literal y fragmentaria del capítulo 17 del Apocalipsis, ignorando el carácter altamente simbólico y multifacético del texto. En realidad, los estudiosos bíblicos y teólogos reconocen que este pasaje admite diversas interpretaciones, ninguna de las cuales puede identificar de forma definitiva a la Iglesia Católica como la entidad a la que se alude.
La Iglesia Católica, a diferencia de lo que sostienen algunos sectores protestantes, no se autodefiende para preservar una estructura corrupta, sino que actúa en defensa de la verdad revelada. La institución se fundamenta en la integración inseparable de la Sagrada Escritura con la Traditio Apostolica, la cual es interpretada y transmitida por el Magisterio. Desde Mateo 16, 18-19, en el que Jesús nombra a Pedro como la roca sobre la que edificará su Iglesia, hasta el proceso de sucesión apostólica evidenciado en el libro de Hechos, la tradición católica se ha mantenido fiel a la enseñanza recibida de Cristo y de los Apóstoles.
La acusación de la "ramera de Babilonia" se apoya en una lectura que identifica ciertos símbolos del Apocalipsis—como la referencia a una ciudad de gran poder político y económico, y a la imagen de una mujer vestida de púrpura y escarlata, que ha derramado la sangre de los mártires—con la Iglesia Católica. No obstante, tal identificación resulta insostenible tanto por el carácter simbólico del pasaje como por el hecho de que numerosos textos, incluidos aquellos presentes en los deuterocanónicos, ofrecen una imagen de la verdadera relación entre Dios y su pueblo basada en un vínculo matrimonial, como lo expresan Isaías 54, 5-6 y Apocalipsis 19, 7-9.
Es relevante señalar que la exclusión de los deuterocanónicos en las Biblias protestantes ha contribuido a ciertas diferencias teológicas, como el rechazo a la intercesión de los santos y la práctica del purgatorio, que en la tradición católica derivan de una interpretación integral de la Revelación. Estos libros, incluidos en la versión de la Septuaginta, han sido parte fundamental de la Traditio Apostólica y han permitido la formación de doctrinas que han enriquecido la fe católica a lo largo de los siglos.
La postura católica se apoya además en el testimonio del Nuevo Testamento, en el que se establece la autoridad y la estructura organizativa de la Iglesia primitiva. La Gran Comisión en Mateo 28, 18-20, así como la elección de Matías en Hechos 1, 15-26 y el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2, 1-4), evidencian la continuidad de la enseñanza y la autoridad que han sido transmitidas de generación en generación. La Iglesia se fundamenta en la convicción de que la verdadera interpretación de la fe no puede residir en un enfoque individualista, sino en la comunión de los creyentes guiada por el Magisterio, lo que garantiza la unidad doctrinal.
En este sentido, la acusación de herejía que formula la identificación de la Iglesia Católica con la "ramera de Babilonia" se entiende como un intento de desacreditar la autoridad y la continuidad que la Iglesia ha mantenido desde los tiempos apostólicos. Al promover la sola scriptura de manera exclusiva, los críticos protestantes buscan justificar doctrinas que se apartan de la unidad que ha caracterizado la transmisión de la fe. Esta separación, que ignora la interdependencia entre la Sagrada Escritura y la Traditio, ha llevado a una multiplicidad de interpretaciones que fragmentan el mensaje evangélico y que, en última instancia, debilitan la coherencia doctrinal.
Por lo tanto, la defensa de la Iglesia Católica se basa en el compromiso inquebrantable de preservar la verdad revelada a través de la integración de la Sagrada Escritura con la Traditio Apostolica. Esta integración, interpretada por el Magisterio, constituye el pilar que ha garantizado la unidad de la fe y que permite convertir a aquellos que se han desviado de la verdadera enseñanza. Tal defensa no se trata de una autodefensa arbitraria, sino de un llamado a la conversión y a la reafirmación de la verdad, tal como fue fundada por Jesucristo y transmitida por los Apóstoles.
En conclusión, la acusación de que la Iglesia Católica es la "ramera de Babilonia" carece de fundamento bíblico y teológico. Los textos apocalípticos, al ser interpretados en su contexto simbólico y en armonía con la Traditio, refutan la identificación exclusiva de esta imagen con la Iglesia. Además, la autoridad y la unidad de la Iglesia se sustentan en la integración de la Sagrada Escritura y la Traditio Apostólica, guiadas por el Magisterio, lo que garantiza la fidelidad a la enseñanza de Cristo y a la tradición de los Apóstoles. Esta unidad doctrinal, lejos de ser un obstáculo, es el fundamento sobre el cual se defiende la verdad y se trabaja para la conversión de aquellos que, por sus interpretaciones fragmentadas, se han desviado del mensaje evangélico. Como enseñó el Concilio de Trento y lo confirman numerosos Padres de la Iglesia, la verdadera autoridad de la fe radica en la unidad inquebrantable de la tradición apostólica, la cual es la única garantía de que la Iglesia continúe siendo santa, católica y apostólica.