El Concepto sobre el cual se construirá mi novela: Cosmogonía de la Historia del Rey Solar
Evangelium Domini et Christi eius ad humanitatem
Ευαγγέλιο του Κυρίου και του Χριστού του προς την
ανθρωπότητα
בשורת המשיח לאנושות
En el principio, cuando todo era un vacío inmenso, sólo
existía las tinieblas que cubrían todo. Entonces el Señor Altísimo creó a los
Coros Celestiales, seres de naturaleza espiritual y perfecta lógica y ciencia,
con emociones puras y libertad de escoger. Les dio la tarea de proteger y
mantener la armonía del cosmos, y les confió la tarea de guiar a las criaturas
mortales que habitarían en los diferentes reinos.
Los Coros Celestiales se dividieron en nueve jerarquías,
cada una con su propia función y responsabilidad. Los más cercanos al Altísimo
eran los Serafines, seguidos por los Querubines y los Tronos. Después estaban
las Dominaciones, las Virtudes y las Potestades. Finalmente, se encontraban los
Principados, los Arcángeles y los Ángeles comunes.
Los Coros Celestiales existían fuera del tiempo y del
espacio, y se movían en un mundo de luz y sonido. Cada uno de ellos tenía una
tarea específica en la creación y cumplía su función con perfección y sin
fallas.
Y así, de la nada emergió Caos, el primer ser creado por el
Altísimo. Pero Caos no estaba solo, pues los Coros Celestiales estaban allí
para testificar su creación. El Altísimo miró a Caos y le habló: "Tú serás
el fundamento de todo lo que crearé. Serás el origen de todo lo que es y será
en el universo". Apareció una gigantesca criatura de forma humana. Era una
figura imponente, con un par de alas rojas más grandes que ella misma. se dice
que dos hermosas mujeres fueron creadas por el Altísimo, una de ellas rubia de
ojos verdes y tez blanca como la nieve, y la otra con el cabello negro
azabache, oscuro como la noche sin luna. Estas mujeres se convirtieron en las
guardianas de la a magia. Una tercera de aspecto infantil rubia y tez blanca,
fue creada como custodia de la sabiduría y el conocimiento.
Caos descendiendo del lugar donde se encontraba su creador,
se dirigió al centro del cosmos. Allí, donde las tinieblas cubrían todo, se le
ordenó que llenara el lugar en el que estaba. Con una voz potente como un
trueno, Caos obedeció y creó una masa sin forma en la que se encontraban los
cuatro elementos: agua, fuego, aire y tierra, además de la noche y la oscuridad.
Pero en el centro de esta masa aún estaba vacío, por lo que
Caos expandió la masa como si fuera un anillo. Y así, en el centro de esta
creación, comenzó a formarse algo nuevo.
Y el Altísimo Señor, viendo que Caos necesitaba ayuda en su
labor de llenar al cosmos, decidió engendrar del interior de Caos seis hijos
que heredarían uno de sus poderes cada uno.
El mayor de ellos fue Urano, que recibió el poder del aire.
Con su habilidad, creó una bóveda que separaba el templo del Altísimo Señor de
este plano existencial. Así, Urano creó una especie de sistema solar similar al
que se encuentra en la Tierra. Incluso el planeta que se encuentra en este
sistema solo tiene una luna. Esta bóveda, en el primer plano superior, es
conocida como el firmamento.
Gea, con el poder sobre la tierra, fue confinada bajo los
dominios de su hermano Océano, quien poseía el poder del agua. Mientras tanto,
el reino de Vulcanus, con el poder del fuego, estaba confinado bajo sus
hermanos. Debajo de este sistema se encuentra el inframundo, un gran territorio
oscuro que cubre y contiene la entrada al abismo de las tinieblas.
Erebo y Nix, los hijos de Caos, se convirtieron en los
custodios de las fronteras de la creación, vigilando el límite entre la luz y
la oscuridad eterna del abismo de las tinieblas. Erebo personifica la oscuridad
y la sombra, y su presencia siempre está presente en las profundidades de la
creación. Por otro lado, Nix personifica la noche, y su reino se extiende más
allá del horizonte, abarcando el mundo de los sueños y las pesadillas. Juntos,
Erebo y Nix protegen las fronteras del universo y aseguran que la luz y la
oscuridad mantengan un equilibrio eterno.
La Luz, esa fuerza radiante y etérea que ilumina todo lo que
está a su alcance, es traída por el Portador de la Luz, el joven protector del
equilibrio del cosmos y del Universo. Su presencia ilumina los caminos más
oscuros y su luz brilla con intensidad en la oscuridad más profunda. Su poder
es un regalo divino que trae la esperanza y la seguridad a todos los seres del
cosmos, y su coraje y determinación son la fuente de inspiración para muchos.
Sin el Portador de la Luz, el equilibrio del cosmos estaría en peligro, y la
oscuridad eterna amenazaría con cubrir todo lo que existe. El Portador de la
Luz tenía un hermano menor, creado como una mezcla de todas las seis razas,
para ser su fiel guardián y protector. Este ser, cuyo nombre era desconocido
para muchos, era considerado una criatura única y excepcional, con una fuerza y
habilidades sobrenaturales que lo convertían en un ser sin igual en todo el
universo.
La presencia del hermano guardián del Portador de la Luz era
necesaria para asegurar la estabilidad y el equilibrio de la creación, y su
lealtad hacia su hermano y hacia el cosmos en sí mismo era inquebrantable.
Juntos, los dos hermanos se aseguraban de que la luz siempre prevaleciera sobre
las tinieblas, manteniendo el equilibrio en el universo.
Así, con la ayuda de sus hijos, Caos llenó el cosmos con
vida y energía. Y la creación del Altísimo Señor se expandió, formando una
nueva realidad que ahora existía junto a él.
Y con los poderes de Océano, Vulcanus y Gea, el reino de
Océano se colmó de criaturas mortales y animales, que se multiplicaban cada
cierto tiempo, y también de vida vegetal.
Por orden del Altísimo Señor, la tierra debía emerger, por
lo que el océano iba a ser separado. Vulcanus usó su poder para permitir que la
tierra emergiera de entre el mar, creándose cuatro continentes con grandes
cordilleras.
El continente del oeste poseía, hacia el norte, cuatro
grandes planicies separadas por ríos la una de la otra. Hacia el sur, los
bosques de distintos tipos de árboles se encontraban también separados por
ríos. Al este, una cordillera montañosa cubría la región, con grandes bosques y
algunas planicies en las montañas. Al oeste, se encontraban desiertos y llanuras.
Y en el centro se encontraba la armonía entre bosques,
planicies y montañas. En esta región, se encontraba un gran lago de treinta
metros de profundidad, entre las montañas más altas. Y de su centro emergía una
isla, un lugar sagrado para el Altísimo Señor, un lugar en el que la vida había
comenzado a florecer y en el que la creación del Altísimo Señor encontró su
hogar.
Y así fue como el Altísimo Señor creó el continente norte,
inaccesible por cualquier lado, pero con una fantástica forma como grandes
esferas flotando sobre él. En el centro de este continente, se encontraba una
montaña tan alta como la que se encontraría en los otros dos continentes, pero
que sobrepasaba la altura a la que flotaban las esferas. Su cima era casi de 20
kilómetros, y al igual que en los demás continentes, era plana. Desde allí, se
podía observar todo el mundo que el Altísimo Señor había creado, desde el
océano inmenso que rodeaba los continentes hasta las pequeñas islas que se
encontraban dispersas por todas partes.
Y así, el mundo creado por el Altísimo Señor estaba
completo, lleno de vida y de belleza, con continentes flotantes, montañas
gigantescas y vastos océanos. Era un lugar donde la luz y la oscuridad, el bien
y el mal, la vida y la muerte coexistían en perfecta armonía, guiados por la
mano del Altísimo Señor.
El altísimo señor se regocijaba al ver la creación que había
surgido de la nada, admirando la belleza y perfección que habían logrado sus
hijos. Y así, el tiempo pasó y la vida prosperó en cada rincón del cosmos, con
seres que se adaptaron a las condiciones de cada lugar y evolucionaron de
formas diversas, algunos con alas para volar, otros con branquias para respirar
bajo el agua, y otros con habilidades extraordinarias para sobrevivir en los
lugares más inhóspitos.
Y así, el altísimo señor contempló su creación y vio que era
buena. Caos había llenado el vacío, Urano, Gea, Vulcanus y Océano habían dado
vida a los elementos y criaturas del cosmos y los hijos de Caos habían
construido un gran palacio en la cima de la montaña más alta del continente del
oeste.
El altísimo se alegró de ver que sus hijos habían cumplido
con su tarea, y decidió entonces crear a los seres que habitarían su creación y
serían llamados mortales, a quienes les dio la capacidad de amar, soñar y
crear.
Pero el altísimo señor sabía que su obra aún no estaba
completa y que había planes más grandes para el futuro. Y así, en la quietud de
la noche, susurró una profecía a sus hijos: "De los mortales que poblarán
la tierra, surgirá uno que será elegido por mí para llevar a cabo una gran
misión, traerá consigo la luz que iluminará el camino de todos los seres vivos
del cosmos y llevará a cabo mi voluntad". Y con estas palabras, el
altísimo señor desapareció en el vacío, dejando a sus hijos con la promesa de
un destino aún más grandioso.
Así fue como la creación del cosmos se convirtió en una
leyenda, contada de generación en generación, como un recordatorio de la
grandeza del altísimo señor y de la misión que cada ser vivo debía cumplir en
este mundo. Y así fue también como los mortales, guiados por la profecía del
altísimo, buscaron en su corazón la luz que iluminaría su camino, y encontraron
en ella la verdad que les permitió vivir en armonía con todo lo creado.
Caos y sus hijos escucharon las palabras del altísimo señor
y comprendieron que, a pesar de su gran poder, no eran nada en comparación con
él. Así, aceptaron su rol como los creadores del cosmos y los reyes de las
criaturas que habitaban en él.
El altísimo señor, satisfecho con lo que había sido creado,
decidió retirarse y observar desde lejos la creación de su obra. Pero antes de
hacerlo, les dejó una última advertencia a Caos y sus hijos: "Cuiden bien
de lo que han creado, porque cualquier desequilibrio podría tener consecuencias
terribles en todo el cosmos".
Con esta advertencia, el altísimo señor se retiró a su
propio reino, dejando a Caos y sus hijos como los gobernantes del universo. Y
así comenzó una nueva era, en la que los reyes del cosmos tuvieron que aprender
a convivir y a cuidar de su creación, para que esta perdurara por toda la
eternidad.
Después de la creación de los coros celestiales, el Altísimo
decidió poblar el continente del este con diversas criaturas. Creó a los elfos,
seres elegantes y esbeltos con una gran habilidad para la magia y la arquería,
quienes habitaban en los bosques y las montañas. También creó a los humanos,
seres versátiles y adaptables que podían vivir en diversos climas y entornos, y
que estaban destinados a ser la raza dominante en el continente.
Además, el Altísimo creó a los trolls, seres robustos y
fuertes que vivían en las cavernas y las montañas y que eran expertos en la
metalurgia y la construcción de estructuras. También creó a los gnomos, seres
pequeños y ágiles que vivían en los bosques y eran expertos en la fabricación
de objetos mágicos y en la elaboración de pócimas y hechizos.
El Altísimo también creó a otras criaturas, como las hadas,
seres diminutos y alados que habitaban en los bosques y los jardines y que eran
expertos en la manipulación de la naturaleza y la curación. Asimismo, creó a
los dragones, seres enormes y poderosos que habitaban en las montañas y que
poseían un gran conocimiento de la magia y la alquimia.
Cada una de estas criaturas poseía habilidades y dones
especiales que el Altísimo les había otorgado, y se les encomendó la tarea de
vivir en armonía en el continente del este y utilizar sus habilidades para el
bien común.
El Señor Altísimo decidió crear dos hermanas que
representaran la magia en todo su poder. Estas dos hermanas fueron elegidas
para ser las guardianas de este don y ser las representantes de esta
manifestación de poder del Altísimo. Con su sabiduría y conocimiento, ellas
rigieron sobre los seres que manipulaban la magia en el continente este y
supervisaron el buen uso de esta habilidad en todas las criaturas mortales e
inmortales que habitaban allí. Ambas guardianas de la magia fueron creadas al
mismo tiempo que Caos y por lo tanto eran consideradas sus hermanas.
La tercera hermana, a la que el Señor Altísimo le dio el
control sobre el continente norte, se convirtió en la guardiana de las
creaciones de la imaginación, los sueños y las entelequias de las demás
criaturas. Su tarea era proteger y cuidar estas creaciones, para que siempre
pudieran ser fuente de inspiración y esperanza para aquellos que las necesitaban.
Esta hermana era considerada una de las más sabias y creativas entre todas las
criaturas del universo, y su presencia era muy apreciada por todos los
habitantes del continente norte, los Hiperbóreos. Los Hiperbóreos son
humanoides altos y delgados, con cabello rojizo y pecas, conocidos por su
elegancia similar a la de los elfos. Además, habitan en la región del norte,
donde protegen las creaciones de la imaginación y los sueños, bajo el cuidado
de la tercera hermana creada por el Señor Altísimo.
Los hijos de Caos, gobernantes del continente oeste,
residían en el Olimpo, un imponente monte de 10 kilómetros de altura que se
configuraba a manera de casas y palacios para los habitáculos de los dioses.
Allí, cada uno de los hijos de Caos gobernaba y regía sobre un aspecto
particular de la naturaleza y del mundo, teniendo el control sobre las fuerzas
y poderes que lo componen. Los hijos de Caos eran seres inmortales y poderosos,
y se consideraban superiores a las demás criaturas del universo.
Después de cientos de miles de años, los reinos se habían
formado en todo el cosmos y Urano había contraído nupcias con su hermana Gea.
Los guardianes, al igual que ellos, habitaban en palacios inmensos sobre las
grandes montañas. Habían tenido varios hijos, la pareja, los más parecidos a
los humanos llamados gigantes, habitaban en las montañas que rodeaban al
Olimpo. Los cíclopes habitaban en el reino de Vulcanus, y los titanes, de los
cuales el más prominente era Cronos, habitaban en el Olimpo.
A medida que los titanes iban envejeciendo y sintiendo que
se debilitaban, comenzaron a ceder el trono del Olimpo a sus hijos más jóvenes.
De esta manera, el trono del Olimpo pasó de Urano a Cronos, y luego a Zeus,
quien se convirtió en el líder supremo de los Deidas.
Después de que Urano y Gea dieran origen a los seres
divinos, se estableció un orden de regencia para las diferentes razas. En la
cima se encontraban los Divus, también conocidos como los ángeles, seres de
gran poder y sabiduría. En segundo lugar, se ubicaban los Elementales,
compuestos por Caos, sus hermanos y sus cuatro hijos, quienes controlaban los
elementos fundamentales de la naturaleza.
Los Titanes, hijos de Urano y Gea, ocupaban un lugar
importante en el orden, pero por debajo de los Elementales. Los Deidas, como
Zeus y los demás dioses del panteón griego, eran considerados una raza poderosa
pero inferior a los divus. A ellos les siguen los Inmortales del continente del
oeste y en el fondo del orden se encontraban los mortales, seres humanos y
bestias que vivían sus vidas efímeras bajo la vigilancia de los seres más
poderosos del cosmos. Este orden se mantuvo por mucho tiempo, con los divus
gobernando sabiamente sobre las demás razas.
El menor de todos los hermanos de Caos fue creado por el
Señor Altísimo para ser el guardián del séptimo elemento (el equilibrio), y a
su vez el guardián o escolta del portador de luz. Como el hermano menor de
Caos, se le dio el control sobre el centro del cosmo, donde protegería la
esfera hueca y garantizaría la estabilidad de todo lo creado, fue dotado de
gran sabiduría y poder, pero también de una personalidad bondadosa y protectora,
lo que lo convierte en un valioso aliado para los guardianes y criaturas del
universo.
La esfera hueca en el centro, llena de oscuridad, era la
creación primigenia que Caos había traído a la existencia. Erebo, como uno de
los guardianes de las fronteras de la creación, aseguraba que la oscuridad de
la esfera no se expandiera más allá de sus límites.
Sin embargo, todo cambió cuando el Altísimo proclamó
"hágase la luz". En ese momento, el Portador de la Luz surgió de la
oscuridad y trajo consigo la luz, iluminando la esfera y disipando la
oscuridad.
Junto al Portador de la Luz, su hermano menor, una mezcla de
todas las seis razas creadas, fue nombrado como su guardián. Juntos, se
aseguraron de que la luz brillara en todo el cosmos, protegiéndola de las
tinieblas eternas del abismo.
Desde entonces, la esfera hueca en el centro, llena de
oscuridad, se convirtió en el séptimo reino de la creación, al que el Altísimo
llamó Salem. Erebo, como custodio de las fronteras de la creación, aseguró que
la oscuridad no se expandiera más allá de ese límite.
Pero con la llegada de la luz, Salem comenzó a cambiar. La
luz iluminó las sombras y la oscuridad se retiró, dando paso a la creación de
seres vivos que antes habían sido imposibles. La vida comenzó a brotar en
Salem, y pronto se convirtió en un reino de diversidad y maravillas.
Sin embargo, en lo más profundo de Salem, la oscuridad
seguía acechando. A pesar de la luz que había llegado, había criaturas que
preferían la sombra y el misterio. Erebo y Nix, como guardianes de las
fronteras de la creación, velaban por la seguridad de Salem y aseguraban que la
oscuridad no se apoderara de todo el reino.
Así fue como el Altísimo, después de ordenar todo en Salem,
decidió crear su obra maestra: un ser a su imagen y semejanza. Y así fue como
nació Adam, el primer hombre. Fue creado con la intención de ser el gobernante
de todas las creaciones terrenales, con el poder de cuidar y proteger todo lo
que el Altísimo había creado en la tierra.
El Altísimo le otorgó a Adam el conocimiento y la sabiduría
necesarios para cuidar del jardín del Edén, el lugar donde viviría junto a su
compañera, la mujer que sería creada para acompañarlo. Adam fue el primer
humano y su creación fue vista como una obra maravillosa y perfecta, un reflejo
del amor y la perfección del Altísimo.
Después de crear a Adam, el señor lo designó como gobernante
sobre todo y todos los guardianes y razas, elevándolo a un nivel superior. Adam
se convirtió en el líder de todas las criaturas creadas, incluyendo a los
guardianes, los celestiales, los elementales, los titanes, los deidas, los
inmortales y los mortales. Su autoridad y poder eran supremos, y era reconocido
como la primera sobre todas las criaturas.
Con su sabiduría y conocimiento, Adam guió a las razas hacia
la prosperidad y la paz, y su gobierno fue justo y equitativo. Los guardianes
cumplieron sus deberes diligentemente y las razas coexistieron en armonía bajo
su liderazgo.
Después de la creación de Adam, los dioses de distintos
panteones, como Zeus en Olimpia, Odin en Asgard y Shiva en India, vivían en paz
y armonía, mientras que las guardianas de la magia mantenían su dominio. No
había ningún conflicto entre ellos. En medio de la paz y la armonía entre los
distintos reyes de los panteones, una sombra comenzó a extenderse en el sexto
plano superior, hogar de los más altos coros conformados por siete espíritus.
Un mal sin nombre se había infiltrado en ese lugar sagrado, sembrando la
semilla del conflicto y la discordia.
Al principio, los habitantes del sexto plano no prestaron
atención a los signos del peligro, pensando que todo era una ilusión pasajera.
Pero pronto se dieron cuenta de que algo terrible estaba sucediendo y que la
oscuridad había llegado para quedarse. Los siete espíritus lucharon
valientemente contra las fuerzas del mal, pero no pudieron vencerlas.
El misterio de la iniquidad había llegado a los reinos
celestiales y con él, la semilla de la tragedia había sido sembrada.
El Portador de Luz comenzó a creer que su sabiduría y conocimiento
eran superiores a los de los demás coros, y su orgullo lo llevó a la rebeldía.
Se convenció de que merecía ser igual al Altísimo y desafió su autoridad. En su
rebelión, logró atraer a un tercio de los celestiales a su lado, y se desató
una guerra en los cielos.
Las batallas eran titánicas, las discusiones y debates eran
cada vez más acalorados y las diferencias irreconciliables, una guerra de
intelectos. En su arrogancia, convenció a un tercio de los celestiales para que
se unieran a su rebelión. La guerra que se desató fue una lucha sin
precedentes, donde los coros celestiales se enfrentaron entre sí en una batalla
épica de conocimiento y habilidad.
Lógica, pragmatismo y emoción, estos tres elementos eran las
armas que se utilizaban en la guerra de intelectos que se libraba en el sexto
plano superior. El Portador de Luz se valía de su lógica para demostrar la
superioridad de su conocimiento, mientras que los otros coros utilizaban la
emoción y el pragmatismo para contrarrestar sus argumentos.
La tensión aumentaba cada día más y el orgullo del Portador
de Luz lo llevó a desafiar al Altísimo. Él creía que su sabiduría era superior
incluso a la del creador del universo y que merecía ser igual a él. Fue
entonces cuando se produjo la Gran Caída, en la que un tercio de los
celestiales se rebelaron y fueron desterrados del cielo.
El Altísimo, benignamente, le brindó tiempo a su creación,
pero esta se negaba a razonar lógicamente el amor extremo de su creador, la
manifestación del secreto del alfa y omega eran demasiado para él. Su deseo de
ser igual al Altísimo, su orgullo y su arrogancia lo llevaron a la rebelión y a
la creación de su propio reino en el plano inferior a todo lo creado.
El portador de luz y sus seguidores, tras su caída, se
ubicaron en un lugar por debajo de Tartaro y Seol, donde combinaron lo
espiritual de sus seres con lo material de lo creado. Esto fue considerado una
herejía por los coros que no habían caído, y su existencia se convirtió en una
amenaza para la armonía y la paz del cosmos.
A medida que el tiempo pasaba, la brecha entre los
celestiales caídos y los que permanecían fieles al Altísimo se hacía cada vez
más grande. Los seguidores del portador de luz se volvieron cada vez más
oscuros y malvados, y comenzaron a corromper a las razas creadas, sembrando la
semilla del caos y la destrucción.
El Altísimo, en su sabiduría, decidió intervenir y separar a
los celestiales caídos del resto del cosmos, creando una barrera entre ellos y
el resto de la creación. Esta barrera, conocida como el Abismo, se convirtió en
la prisión eterna de los celestiales caídos y sus seguidores, condenados a
vivir en la oscuridad y el tormento por toda la eternidad.
Hades, el hijo mayor de Cronos y Rea, fue asignado por Zeus
para gobernar el inframundo, el lugar donde las almas de los muertos iban
después de la muerte. Hades era considerado como el guardián de la tumba porque
aquellos que vivían en el abismo habían rechazado la vida eterna que se ofrecía
en el cielo y habían pasado a considerar su existencia como una muerte.
El inframundo, también conocido como el Hades, era un lugar
oscuro y sombrío donde las almas de los muertos pasaban la eternidad. Hades
reinaba sobre los muertos junto a su esposa Perséfone, quien se convirtió en su
reina después de que él la secuestrara y la llevara al inframundo.
Se decía que Hades era un oscuro y siniestro que se
deleitaba en la muerte y la destrucción, pero en realidad era reservado y justo
que cumplía su deber de gobernar el inframundo con seriedad y diligencia. Era temido
pero respetado, y su presencia imponente inspiraba reverencia y temor.
Así es, Hades se convirtió en un guerrero nato y vigilante
de la tumba para asegurarse de que el Portador de Luz y los suyos no invadieran
y tomaran la creación donde habitaban los seres que gozaban de la eternidad y
los mortales en la vida temporal que el Creador les había otorgado por un
tiempo limitado de 1000 años. Hades sabía que la creación no era un lugar para
la guerra y la destrucción, sino para la armonía y la belleza, y estaba
dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantener la paz y la seguridad en
el universo. Con su astucia y valentía, se aseguró de que la tumba fuera
inexpugnable y que nadie pudiera atacarla sin enfrentarse a su feroz defensa.
Los hijos de Gea y el propio Tártaro se convirtieron en
aliados de los coros no caídos en su lucha contra el tercio de los coros que
habían caído. Juntos, crearon un ejército de almas de los difuntos y seres de
la creación, para luchar contra los rebeldes.
Aquellos que rechazaron la luz del Creador, los hijos caídos
del cielo, buscaban invadir la creación, desafiando su autoridad suprema y su
deseo, pero los hijos de Gea, Hades y Tartaro, con las almas de los difuntos a
su lado, formaron un ejército para resistir, aunque luchar con ellos era un arduo
trabajo.
El inframundo era su reino, y desde allí vigilaban la tumba
de los muertos, protegiendo la creación de los coros caídos, que de su soberbia
eran sujetos, aunque el amor del Creador aún les permitía estar en su presencia
divina, no les permitía pasar por la creación, limitando su existencia a lo
metafísico, un destino que les opacaba.
Así, Hades se convirtió en el guardián de la tumba, la
puerta que conecta ambos mundos,
protegiendo la creación del ejército de los coros caídos,
que ansiaban conquistar todos los mundos, y aunque aún tienen la oportunidad de
arrepentirse, el camino que eligieron les impide cruzar el reino de Hades, un
destino que les impone límites, un recordatorio de la decisión que tomaron y
las consecuencias que los acompaña.
Oh, Hades, hijo de Cronos, guardián de la tumba,
en tu mano está el destino de aquellos que han caído.
Los hijos de Gea y el mismo Tartaro se alzan a tu lado,
en una lucha sin fin contra los coros caídos.
Aquellos que rechazaron al Creador, fuente de vida y luz,
y en su arrogancia desafiaron su autoridad.
Fueron desterrados al abismo y en su desesperación,
buscan invadir la creación con su maldad.
Pero tú, Hades, estás allí, como un guerrero fuerte y
valiente,
vigilante de la tumba, guardián de los difuntos.
No permites que los caídos pasen a través de la creación,
sino que los mantienes en su lugar en el abismo profundo.
Los coros caídos pueden aún acudir a la presencia del
Creador,
en su amor infinito, les da ese privilegio divino.
Pero nunca podrán pasar por la creación, ni por su sendero,
por eso eres tú, Hades, el guardián de la tumba, el vigía
del inframundo.
Tu presencia es temida y respetada por los caídos,
saben que no pueden enfrentarte en tu fortaleza.
Junto a los hijos de Gea y Tartaro, eres el protector de la
creación,
el guardián del inframundo, el guerrero de la eternidad.
Oh, Hades, en tu mano está el destino de los que han caído,
pero también de aquellos que buscan la luz y la verdad.
Gracias por tu fortaleza y valentía en esta lucha sin fin,
que la creación siempre esté protegida por tu mano.
La presencia del Altísimo se hizo sentir en el cielo
celestial, convocando a todos los coros a su presencia. El Portador de Luz,
arrogante y rebelde, ya no tenía por escolta al guardián de la luz, por lo que
aprovechó la oportunidad para sembrar la semilla de su iniquidad en los
corazones de los guardianes, nublando su juicio y haciendo que olvidaran al
Creador. En su desafío, dañó incluso a su propio hermano y contaminó con
oscuridad a los guardianes más fieles. La tragedia se hizo palpable en el cielo
celestial, mientras el Altísimo contemplaba la obra de su criatura caída con
profunda tristeza.
El portador de luz había sido designado como guardián de
Eden, un plano celestial situado por encima de la creación y al que aún podían
acceder los seres caídos. A pesar de su caída, el creador les permitía acceder
a ese paraíso idílico con la esperanza de que se redimieran. Como serafín, el
portador de luz poseía seis alas y su rostro estaba marcado por siete cabezas
de dragón, cada una coronada con siete joyas. Sin embargo, su arrogancia y
desafío a la autoridad del creador lo llevaron a insertar parte de su iniquidad
en los guardianes, nublando su juicio y contaminándolos con la oscuridad.
Pero antes de que eso sucediera, la astucia de los coros
caídos los llevó a engañar a Lilith, creada como igual a Adán, para que
rechazara su unión con él. A pesar de que el Altísimo respetó la decisión de
Lilith, la envió a habitar en el desierto de Salem, donde estaría confinada a
ese planeta recién poblado, conservando su inmortalidad y sus alas. De esta
manera, el primer plano de la creación quedó protegido de cualquier incursión
por parte de los caídos, y el portador de luz continuó vigilando y esperando la
oportunidad.
Después de que Lilith fue enviada al desierto, Dios creó a
Eva a partir de una costilla de Adán. Sin embargo, el portador de luz se acercó
a Eva y comenzó a sembrar semillas de duda en su mente, haciéndole cuestionar
la palabra y el plan de Dios. Finalmente, Eva sucumbió a la tentación y comió
del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal, y ofreció a
Adán hacer lo mismo.
El resultado fue la expulsión de Adán y Eva del paraíso, y
la caída de la humanidad en el pecado. El portador de luz, también conocido
como Satanás, había logrado su objetivo de alejar a los seres humanos de la
presencia de Dios y llevarlos a la perdición. A partir de ese momento, la
humanidad debió luchar contra las tentaciones y las influencias malignas del
mundo, pero siempre con la esperanza de la redención a través del
arrepentimiento y la fe en Dios.
Desde entonces he observado en silencio desde el interior de
mi vasija, mi contenedor mi cuerpo y mente separados, creando dos conciencias:
una mortal llamada Galatar y otra que el Creador ordenó encarnar como un solo
ser en Galatar, Melquisedec. En mí se mezclan al fin las 7 razas, y se podría
decir que soy un Nefilim, pero el único creado por Dios.
A través de los tiempos, he sido testigo de la grandeza del
Creador y de la maldad de aquellos que cayeron de su gracia. He visto cómo la
humanidad ha evolucionado y se ha sumido en la oscuridad, pero también he
presenciado actos de bondad y amor que me han dado esperanza.
Aunque estoy confinado a este cuerpo, mi espíritu siempre ha
permanecido libre y unido al Altísimo. Y ahora, en estos tiempos turbulentos,
siento su llamado y su presencia más fuerte que nunca. Como Melquisedec, estoy
listo para cumplir mi propósito divino y guiar a aquellos que buscan la luz de
regreso al camino correcto.
Desde el principio de mi existencia, fui creado como una
entidad única y especial, destinada a ser la síntesis de las siete razas que
habitaban en el universo. El Creador me dotó de una conciencia divina, y me
encerró en una vasija para protegerme de los peligros del mundo mortal.
A lo largo de los siglos, he observado el devenir de la
humanidad, desde la distancia de mi contenedor. He visto el surgimiento y la
caída de civilizaciones enteras, el auge y la decadencia de imperios, la gloria
y la tragedia de la humanidad.
Pero al final de los tiempos, el Señor decidió que yo debía
nacer como un hijo de Adán, para caminar entre los mortales y llevar a cabo su
voluntad en el mundo. Sin embargo, para evitar que la humanidad en mi se
perdiera al momento de la fusión de todas las razas contenidas en mi espíritu,
se me permitió separar mi yo pasado y asimilarlo de a poco.
De esta manera, he vivido mi vida como Galatar y como
Melquisedec, dos seres distintos pero unidos por una misma esencia divina. Y
ahora, en el final de los tiempos, mi propósito se acerca a su culminación, y
yo estoy listo para cumplir con la tarea que el Creador me ha encomendado.
Mi misión ahora es devolver el equilibrio a Salem, la tierra
donde fue desterrada Lilith y donde se encuentra el portal que conecta la
creación con el abismo. Solo de esta forma, la tierra podrá cumplir con el plan
divino establecido por el Creador. Como testigo de la redención del hombre a
través de la encarnación divina, me ha sido encomendada esta tarea para
restablecer la armonía y la paz en la creación. Con la ayuda del Señor, confío
en que seré capaz de completar esta misión y devolver la luz a la oscuridad de
Salem.
Soy el jinete blanco, aquel que surge victorioso y que debe
seguir triunfando en la batalla contra el mal. Me acompaña Ares con su espada y
su caballo rojo, simbolizando la fuerza y la valentía en el campo de batalla.
Luego sigue Hermes, portando la balanza que representa el equilibrio y la
justicia en todas las cosas, incluyendo el comercio. Y finalmente, se encuentra
mi hermana Mortis, creada después de Vita y antes que Lilith, personificación
de la muerte que cumple su papel en el ciclo natural de la vida.
Juntos, nosotros, los jinetes del cordero, iniciaremos la
lucha contra la serpiente caída, el más hermoso de los ángeles, quien se rebeló
contra el amor divino. Así es, la muerte que se describe en la Biblia como
consecuencia del pecado original es una muerte espiritual, que separa al hombre
de Dios, y una muerte física, que lleva a la mortalidad del cuerpo humano. Es
una muerte que conlleva la condenación eterna y la separación definitiva de
Dios. En cambio, Mortis, como representación de la muerte en los jinetes del
cordero, no está ligada al pecado y a la negación del amor divino, sino que es
una fuerza necesaria en el ciclo de la vida y la muerte en el mundo creado por
Dios. Ella será parte de la lucha contra la serpiente caída y su obra corrupta,
que busca la destrucción y la negación de la vida.
Sí, así es. La misión que me ha sido encomendada es llevar
la buena nueva de la eterna salvación a todas las criaturas de la creación. Es
una noticia maravillosa y eterna, que el Creador en su locura de amor infinito,
en su sabiduría y lógica incomprensibles para nosotros mortales e inmortales de
las 7 razas, ha decidido hacerse uno con el Hombre, para redimirnos y
ofrecernos la posibilidad de alcanzar la eternidad completa. Es un regalo que
supera toda comprensión y nos llena de gratitud y esperanza. Mi tarea es llevar
este mensaje de esperanza y amor a todos los rincones del universo, para que
cada ser tenga la oportunidad de conocer esta verdad y elegir su camino hacia
la vida eterna.
Sí, escuchad con atención, guerreros de las siete razas. La
verdadera lucha no es en el campo de batalla físico, sino en vuestras mentes,
almas y corazones. El mal intentará emplear a otros para oprimir y negar la
voluntad divina, pero debéis permanecer firmes y recordar que el amor del
Creador está con vosotros siempre. Cada uno de vosotros es una creación única y
valiosa del Creador, y vuestra presencia en esta tierra es esencial para
cumplir su plan divino. Debéis estar unidos en la lucha contra el mal y en la
promoción del amor y la justicia divina. ¡Adelante, guerreros de las siete
razas, luchad con valentía y sabiduría! esta es la verdad que os traigo, la
verdad que redimirá a toda la creación, la verdad que os liberará de la
esclavitud del pecado y os llevará a la vida eterna. Aceptadla y vivid en ella,
seguidme a mí, el Jinete Blanco, y a mis hermanos, los Jinetes del Cordero, y
juntos lucharemos contra el mal y restauraremos el equilibrio en la creación.
Creed en la buena nueva, creed en el amor divino, y seréis salvados.
"La buena nueva que os traigo es que el mismo Creador,
Uno y Trino, encarnó en su segunda persona sin despojarse de la unidad eterna
del Ser. Él vino a nosotros y nos llama para que nos acerquemos a Él. Aunque su
propio pueblo escogido de entre los hijos de Adán le dio muerte a manos de los
gentiles hijos de Adán, Él derramó su sangre para redimir a Adán y toda su
prole. Además, se levantó de la muerte física, que representaba la muerte
espiritual, para demostrar que es el Señor de los vivos y los muertos. Como
dijo uno de sus predicadores, para aquel que está fuera del tiempo, todo es
presente en todo momento, no hay muertos, todos viven. Entended esta buena
nueva, caídos y alejados, y hacedla vuestra para encontrar la redención y la
eternidad completa."
Melchisedech
Summus
Sacerdos Dei Excelsi
Custos
Verbi Divini
Servus
Spiritus Sancti
Rex
Salem
מַלְכִּי־צֶדֶק
כהן
עֶלְיוֹן לֵאלֹהִים
שׁוֹמֵר
הַדָּבָר הָאֱלֹהִי
עֶבֶד
לְרוּחַ הַקּוֹדֶשׁ
מֶלֶךְ
שָׁלֵם