Análisis de la Identidad Sexual desde el Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno y la Respuesta Aristotélico-Tomista

 Opinión

Desde el materialismo filosófico de Gustavo Bueno, la identidad humana se reduce a un constructo emergente de relaciones materiales y prácticas sociales, donde lo "real" se circunscribe a los procesos históricos y corpóreos. Para Bueno, términos como "gay" o "lesbiana" son categorías lingüísticas generadas por sistemas de poder y necesidades de clasificación biopolítica, sin arraigo en una esencia trascendente.

Este enfoque, que niega toda sustancia metafísica, interpreta la sexualidad como un fenómeno contingente, moldeado por la dialéctica de fuerzas materiales. Sin embargo, esta visión, al reducir al hombre a mera materia en movimiento, despoja a la persona de su dignidad ontológica y su finitud teleológica, cayendo en un relativismo pragmático que ignora la pregunta por el telos humano.

La Creación de Adán de Miguel Angel Buonarroti. Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano.

Frente a esto, la filosofía aristotélico-tomista recuerda que el ser humano, definido por Boecio como «sustancia individual de naturaleza racional», trasciende lo material por su alma intelectiva, forma sustancial del cuerpo (Santo Tomás, STh I, q. 75, a. 4). Las inclinaciones sexuales, incluso las más arraigadas, son accidentes —modificaciones no esenciales de la sustancia—, nunca parte de su identidad profunda. Mientras el materialismo de Bueno disuelve al sujeto en redes de causalidad histórica, el tomismo afirma que la persona, como imago Dei, está llamada a ordenar sus pasiones mediante la razón iluminada por la gracia (Catecismo n. 2337-2359).

La Creación de Eva de Miguel Angel Buonarroti. Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano.

Bueno, desde su racionalismo anti-esencialista, argumentaría que conceptos como "naturaleza humana" son mitologías idealistas, útiles solo para cohesionar sistemas morales. Para él, la teoría del género sería un "mito" más, funcional a luchas de poder contemporáneas. Sin embargo, esta postura, al negar toda normatividad natural, desemboca en un nihilismo práctico: si nada es intrínsecamente bueno o malo, solo queda la imposición arbitraria de la voluntad.

 Sodom and Gomorrah de John Martin.

Aquí, la tradición tomista responde con la ley natural, inscrita por Dios en la razón humana (Romanos 2,14-15). La distinción sexual varón-mujer no es un "constructo", sino un dato ontológico que refleja el diseño divino para la complementariedad y la procreación (Génesis 1,27-28; STh Suppl., q. 41). La teoría del género, al negar esta realidad, no solo viola la metafísica de la creación, sino que destruye la base de la familia, célula primordial de la sociedad (Gaudium et Spes n. 48).

Bueno analizaría la autodenominación "gay" como un acto de materia codificada: una etiqueta surgida de conflictos culturales, carente de correlato objetivo. Para él, afirmar "soy gay" equivaldría a adherirse a un juego lingüístico útil para reivindicar derechos en un marco secular. Pero este pragmatismo, al vaciar de contenido moral la identidad, convierte al hombre en esclavo de sus deseos, sin criterio para discernir su dignidad trascendente.

Frente a esto, el tomismo insiste en que la libertad humana radica en la adhesión a la verdad (Juan 8,32). Identificarse con una tendencia desordenada —por muy arraigada que sea— equivale a reducir la persona a un apetito fragmentario, negando su vocación a la plenitud en Cristo (Gálatas 2,20). Como enseña el Magisterio, el católico que lucha con inclinaciones al mismo sexo, está llamado a vivir la virtud de la castidad, no como represión, sino como liberación para amar según el orden de la caridad (Veritatis Splendor n. 50; Catecismo n. 2357-2359).

La Vallée de Larmes (El Valle de la Lagrimas) de Gustave Doré

Mientras el materialismo de Bueno reduce al hombre a un epifenómeno de la materia, la filosofía perenne lo eleva a hijo de Dios, destinado a participar de la vida divina (2 Pedro 1,4). La teoría del género y sus categorías identitarias son sofismas del príncipe de este mundo (Juan 12,31), que buscan oscurecer la gloria de la creación. Solo en Cristo, «Camino, Verdad y Vida» (Juan 14,6), el hombre descubre su verdadera identidad: no esclavo de accidentes pasajeros, sino criatura redimida, llamada a reinar con Él en la eternidad.

"Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra" (Mateo 28,18). 

El triunfo del cristianismo sobre el paganismo, cuadro de Gustave Doré

Que esta verdad ilumine a los engañados por las filosofías materialistas, conduciéndolos de las tinieblas del relativismo a la luz de la Sabiduría Increada.

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