La Muerte de Felipe I el Hermoso

Análisis

Enigma Entre Venenos y Enfermedades

La muerte de Felipe I de Habsburgo, apodado "el Hermoso," ha sido objeto de fascinación histórica y debate durante siglos. Este joven monarca, rey consorte de Castilla y esposo de Juana I, falleció repentinamente en 1506 a la edad de 28 años. Su muerte, precedida por una breve pero intensa enfermedad, marcó un punto de inflexión en la historia de España y Europa, ya que dejó un vacío político que benefició directamente a su suegro, Fernando el Católico. Este contexto político, junto con los síntomas descritos en los registros históricos, ha llevado a la formulación de múltiples teorías sobre la causa de su muerte.

Los testimonios documentan que Felipe enfermó tras haber jugado al aire libre en un día frío el 16 de septiembre de 1506. Al día siguiente presentó fiebre alta, un síntoma que persistió durante varios días. Posteriormente, desarrolló hemoptisis (escupir sangre), un signo grave que indicaba daño pulmonar o una alteración en la coagulación. Su estado se deterioró rápidamente, llevándolo a la muerte en la madrugada del 24 al 25 de septiembre. La naturaleza repentina de su fallecimiento y las tensiones políticas de la época despertaron sospechas de envenenamiento, aunque también se han planteado hipótesis de enfermedades infecciosas y causas cardiovasculares agudas.


El envenenamiento, una práctica común en las intrigas políticas del siglo XVI, es una de las teorías más persistentes. La principal sospecha recae en el arsénico, un veneno conocido por causar síntomas inespecíficos que imitan enfermedades infecciosas, como fiebre, debilidad general y hemorragias internas. Su uso, difícil de detectar con los conocimientos médicos de la época, habría sido ideal para un asesinato encubierto. Además, Fernando el Católico tenía claros motivos políticos para eliminar a Felipe, ya que su desaparición le permitió recuperar el control sobre Castilla, debilitando la posición de Juana. Sin embargo, los síntomas de Felipe no coinciden completamente con los de un envenenamiento agudo. La fiebre alta y la evolución prolongada son más características de una enfermedad infecciosa que de una intoxicación tóxica.

Entre las posibles enfermedades infecciosas, la fiebre tifoidea y la peste neumónica destacan como candidatos plausibles. La fiebre tifoidea, causada por la bacteria Salmonella typhi, era común en la Europa medieval debido a la falta de higiene y al consumo de agua contaminada. Sus síntomas incluyen fiebre alta prolongada, hemorragias internas y deterioro general, un cuadro clínico que encaja bien con los registros sobre Felipe. Por otro lado, la peste neumónica, una forma mortal de peste bubónica que afecta los pulmones, podría explicar tanto la fiebre como la hemoptisis. Esta enfermedad, causada por la bacteria Yersinia pestis, era frecuente en Castilla durante el siglo XVI y podía llevar a la muerte en cuestión de días si no se trataba.

Otra hipótesis sugiere que la muerte de Felipe pudo haber sido causada por una coagulación intravascular diseminada (CID) secundaria a una infección grave. La CID es una condición en la que la sangre se coagula de manera anormal dentro de los vasos sanguíneos, causando hemorragias y fallo multiorgánico. Esto explicaría la hemoptisis y el deterioro rápido. Alternativamente, un tromboembolismo pulmonar (TEP) masivo, que ocurre cuando un coágulo de sangre bloquea las arterias pulmonares, podría haber provocado un colapso cardiovascular súbito. Sin embargo, estas hipótesis son menos consistentes con el cuadro inicial de fiebre alta, que suele estar ausente en los episodios primarios de TEP.

El caso de Felipe I plantea un dilema médico e histórico fascinante. Aunque la teoría del envenenamiento no puede descartarse por completo, las evidencias favorecen la hipótesis de una enfermedad infecciosa aguda, exacerbada por las condiciones higiénicas de la época y la posible exposición al frío. La fiebre tifoidea y la peste neumónica, ambas comunes y mortales en ese contexto, son las explicaciones más probables. Sin embargo, la ausencia de análisis forenses modernos sobre los restos del monarca deja abiertas las puertas al misterio.

La muerte de Felipe I el Hermoso sigue siendo un enigma envuelto en especulaciones políticas y científicas. Resolver esta incógnita requeriría aplicar tecnologías modernas de análisis a sus restos, algo que, hasta la fecha, no se ha llevado a cabo. Mientras tanto, su fallecimiento continúa siendo una intrigante confluencia de historia, política y medicina, que despierta el interés tanto de historiadores como de médicos.


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