El Sentimentalismo como Protestantización de la Fe Católica
Una Reflexión Teológica
La praxis del sentimentalismo en la religión católica no es un fenómeno aislado ni un simple desvío superficial; es, en esencia, una forma de protestantización que encuentra su raíz en una deformación de la fe y en una ruptura con la Tradición Apostólica. Este enfoque, profundamente arraigado en la subjetividad y en las emociones personales, no solo reduce la vivencia cristiana a una experiencia etérea y emocional, sino que también distorsiona la comprensión auténtica de la gracia, las virtudes y el papel de la razón en la vida del creyente.
La Luteranización de la Fe.
El sentimentalismo, tal como se presenta hoy, puede rastrearse hasta la ruptura iniciada por Martín Lutero, quien postuló una fe desligada de las obras y fundada únicamente en la gracia. En esta visión, el hombre es incapaz de cooperar con Dios, lo que elimina cualquier posibilidad de mérito o ejercicio de las virtudes. Esta concepción, en última instancia, no solo niega el esfuerzo humano iluminado por la gracia, sino que también introduce una visión maniquea: una lucha cósmica entre el bien y el mal en la que el hombre se presenta como una criatura impotente, incapaz de resistir la tentación.
El catolicismo, sin embargo, no acepta esta visión. La Iglesia enseña que la gracia de Dios no anula la libertad humana, sino que la eleva y la perfecciona. En palabras de San Agustín, "El que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Esto significa que, aunque la gracia es absolutamente necesaria para la salvación, el cristiano tiene un papel activo en su cooperación, ejerciendo las virtudes tanto teologales (fe, esperanza y caridad) como las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Estas virtudes, a diferencia de los "valores" modernos, son hábitos firmes que perfeccionan al hombre en su naturaleza y lo orientan hacia el bien supremo, que es Dios.
La Sustitución de las Virtudes por Valores.
El sentimentalismo contemporáneo ha intentado desplazar las virtudes con los valores, un concepto etéreo y subjetivo que carece de anclaje en una realidad objetiva. Mientras que las virtudes tienen un fundamento teológico y filosófico sólido, los valores son frecuentemente definidos por las modas culturales, las ideologías dominantes y las preferencias personales. Este cambio refleja una influencia modernista que busca despojar a la fe de su dimensión trascendente, reduciéndola a un mero código ético adaptable y carente de la profundidad espiritual que caracteriza al catolicismo.
La Iglesia siempre ha enseñado que las virtudes son esenciales para el crecimiento espiritual y moral del hombre. Estas virtudes, cuando son iluminadas por la gracia, permiten al cristiano superar las tentaciones y luchar contra las inclinaciones desordenadas. El sentimentalismo, al minimizar la importancia de las virtudes y enfatizar los valores emocionales, priva al creyente de las herramientas necesarias para resistir al pecado y alcanzar la santidad.
Herejías Recurrentes: De la Gnosis al Modernismo.
Las desviaciones actuales no son nuevas en la historia de la Iglesia. Desde el siglo I, las herejías han intentado redefinir la fe y alejar a los fieles de la verdad revelada. Estas herejías pueden agruparse en varios tipos: las que niegan la Santísima Trinidad, las que rechazan la divinidad o humanidad de Cristo, y las que cuestionan la autoridad de la Iglesia. Todas ellas tienen un denominador común: una ruptura con la Tradición y una dependencia de la razón o la emoción humanas como fuentes primarias de conocimiento, separadas de la revelación divina.
El sentimentalismo moderno comparte este patrón. Su rechazo implícito a la Tradición Apostólica y su exaltación de las experiencias personales lo convierten en una reactualización de las herejías gnósticas, que buscaban un conocimiento subjetivo y esotérico en lugar de adherirse a la verdad objetiva transmitida por Cristo a través de los apóstoles. Como bien señala la Iglesia, el diablo, aunque es una inteligencia superior, no puede crear nada nuevo. Sus tácticas se limitan a distorsionar lo que ya existe, adaptando viejas mentiras a nuevos contextos culturales.
El Misterio de la Iniquidad y la Gracia Divina.
El pecado de Satanás, el "misterio de la iniquidad", radica en su soberbia y en su rechazo al orden divino. Este pecado lo convierte en el adversario no solo de Dios, sino también de la humanidad. Su estrategia es clara: atacar al hombre en sus puntos más débiles, explotando sus instintos y emociones para alejarlo de la gracia. Sin embargo, el hombre no está indefenso en esta lucha. La gracia de Dios no solo fortalece al cristiano, sino que también transforma su inteligencia natural en una inteligencia preclara, capaz de discernir y refutar los engaños satánicos.
Este don de la gracia permite al creyente superar incluso los argumentos más sofisticados del diablo. No se trata de una mera batalla intelectual, sino de una lucha espiritual en la que el hombre, fortalecido por la gracia y guiado por la Tradición Apostólica, puede resistir las tentaciones y alcanzar la santidad. Aquí radica la superioridad de la fe católica: en su capacidad para integrar la razón, la gracia y la verdad revelada en una síntesis que trasciende las limitaciones humanas.
Conclusión: La Fe Católica como Respuesta Integral.
Frente al sentimentalismo que amenaza con diluir la fe, los católicos están llamados a recordar la riqueza de su Tradición. Esta fe, lejos de ser una simple emoción, es un acto racional y libre de adhesión a la verdad divina. La gracia de Dios no solo redime al hombre, sino que también lo capacita para ejercer las virtudes y alcanzar su plenitud como hijo de Dios.
El sentimentalismo, con su énfasis en los valores subjetivos y las emociones, no es más que una forma moderna de protestantismo, una ruptura con la Tradición que empobrece la fe y priva al hombre de los medios necesarios para su salvación. La respuesta católica es clara: un retorno a las virtudes, a la gracia y a la verdad revelada, siempre sostenidos por la Tradición Apostólica y la autoridad de la Iglesia, que es garante de la verdad en medio de un mundo confuso y fragmentado.
REFERENCIAS.
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