La séptima verdad sobre la medicina en Ecuador
Opinión
Se revela como la más incómoda, aquella que incomoda a muchos en la comunidad médica y que pone al descubierto las carencias del sistema de salud. A través de la exploración de las verdades anteriores, hemos señalado que la percepción errónea de que ser médico implica estabilidad económica es solo la punta del iceberg. Este mito se desmorona al considerar la cruda realidad de la profesión, que abarca un sistema deteriorado en el proceso de formación, la falta de oportunidades laborales y la creciente desvalorización de los honorarios médicos.
En este contexto, la falta de vocación se convierte en un tema crucial y determinante para el futuro de la medicina en Ecuador. Muchos de los estudiantes que ingresan a la carrera de medicina se ven confrontados con la dura realidad del sistema, y algunos de ellos optan por retirarse cuando se percatan de que la profesión no cumple con las expectativas que habían concebido. Este fenómeno puede atribuirse a un filtro de maltrato institucional que opera tanto en la formación académica como en las prácticas clínicas, donde el estrés y el agotamiento emocional se convierten en compañeros constantes del futuro médico.
No obstante, hay quienes, a pesar de enfrentar estas dificultades, logran perseverar en la carrera. Sin embargo, es importante reconocer que, a menudo, son individuos que carecen de los recursos económicos necesarios para acceder a especialidades o formación adicional, pero que poseen una genuina vocación de servicio. Esta vocación, que debería ser el motor de la práctica médica, se ve ensombrecida por la realidad del sistema, que no solo exige dedicación y entrega, sino que también menosprecia los honorarios que deberían ser justos y acordes con la labor que se realiza.
El médico no solo se enfrenta al reto de prestar atención médica de calidad, sino que también debe gestionar las expectativas de los pacientes, muchos de los cuales no pueden pagar los costos de atención adecuados. Esto lleva a una situación en la que el médico se ve obligado a eximir de pagos a aquellos que tienen recursos limitados, actuando como un agente de la justicia social dentro de un sistema que carece de equidad. Este fenómeno de exención del cobro de consulta, lejos de ser un gesto altruista, se convierte en una forma de subsistencia para el médico, que, a menudo, termina asumiendo la carga económica de su vocación.
Sin embargo, en la búsqueda de la supervivencia, algunos profesionales se ven tentados a adoptar prácticas que podrían considerarse poco éticas. En un entorno donde el empleo es escaso y la presión económica es alta, no es raro que surjan comportamientos que contradicen los principios éticos de la medicina. La situación se agrava cuando el médico actúa no solo como un profesional, sino también como un empresario, buscando rentabilidad en un campo que debería estar orientado al bienestar del paciente.
Este dilema se ve reflejado en los casos de graduados que, tras obtener su título, no encuentran en la práctica médica un camino que deseen seguir. Existen situaciones en las que se escuchan comentarios como: "Aquí tienes tu título, porque estudié para cumplir con las expectativas familiares", lo que subraya una desconexión entre la vocación y el ejercicio de la medicina. Este fenómeno no es trivial, ya que sugiere que el sistema ha fallado en nutrir y cultivar una verdadera vocación entre sus estudiantes, lo que lleva a que la medicina sea vista como un simple medio para alcanzar un estatus social o económico.
La vocación médica, que debe ser un compromiso con el servicio y el bienestar de los demás, se diluye en un ambiente que favorece la superficialidad y la búsqueda de reconocimiento. Ser médico implica un desarrollo vocacional profundo que trasciende la mera práctica; se trata de un compromiso ético y humanitario hacia el cuidado de la salud de la comunidad. Este compromiso, que en otras épocas se consideraba casi sagrado, ha sido socavado por la mercantilización de la medicina, donde el valor de la vida humana se ve mediado por la capacidad de pago.
Es crucial que la sociedad reconozca que la vocación de servicio médico debe ser acompañada por el reconocimiento y el pago justo de los honorarios profesionales. La verdadera medicina no puede existir en un marco donde la dignidad del médico y su labor sean desestimadas. Para que los médicos puedan cumplir con su compromiso hacia la salud de los ciudadanos, es imperativo que se establezcan condiciones que valoren su trabajo, permitan un desarrollo profesional adecuado y fomenten un ambiente en el que la vocación pueda florecer.
Así, la séptima verdad acerca de la medicina en Ecuador se presenta como un llamado urgente a la reflexión y la acción. Es un clamor para repensar y reestructurar un sistema que, en lugar de alentar la vocación de servicio, ha creado condiciones que conducen a la insatisfacción y al desánimo. Para revitalizar la medicina en nuestro país, es necesario que se construyan puentes entre los profesionales de la salud, las instituciones educativas y las autoridades sanitarias, fomentando un entorno donde la vocación y la dignidad del médico sean valoradas y respetadas. Solo así podremos aspirar a un sistema de salud que no solo cure, sino que también eleve la condición humana en su totalidad.