Potestas mea in Oligophrenia
Opinión
En un ejercicio de sátira que despliega la rica tela de las narrativas políticas desde la monarquía hasta la moderna democracia, nos encontramos frente a los estandartes de "Mi poder en la Constitución" y el grandioso "El voto universal es el sinónimo de la democracia actual". Estos lemas resuenan en el aire como himnos a la libertad y la participación ciudadana, promesas de un sistema donde el pueblo es soberano y su voz, la directriz máxima. Sin embargo, al adentrarnos en la intrincada danza de la política y el poder, descubrimos que estos ideales a menudo se ven desvanecidos ante la práctica y la realidad.
Retrocediendo a la época de los Reyes Católicos y los Habsburgo, observamos un sistema donde, a pesar de sus defectos y controversias, existía un marco moral explícito proporcionado por la fe católica. Este marco imponía una especie de límite a las acciones de los monarcas, quienes, bajo el ojo vigilante de la divinidad, eran recordados de su deber más allá del mero ejercicio del poder. Contrariamente, la era contemporánea, con su alabanza al voto universal y la democracia, parece haber despojado al sistema político de este contrapeso moral, dejando un vacío lleno por lo que popularmente se conoce como "sabiduría criolla", donde el ingenio individual y el beneficio propio prevalecen sobre el bien común y los principios éticos.
El caso "Purga", recibido con una mezcla de apatía y cinismo por la sociedad, ejemplifica este cambio. La corrupción, lejos de ser una aberración, se asume como parte del statu quo, un secreto a voces que, cuando es expuesto, provoca poco más que un encogimiento colectivo de hombros. Esta indiferencia es reveladora de una pérdida profunda, no solo de la identidad católica e hispana, sino de cualquier marco moral que sirva como guía para el ejercicio del poder y la convivencia social.
La transformación desde una monarquía con un marco moral explícito a una democracia caracterizada por la desilusión y la falta de principios morales claros refleja un cambio significativo en los valores y principios que guían a la sociedad. En esta nueva era, los ideales de éxito económico y la fama han suplantado las nociones de bienestar colectivo y ética compartida, dejando un vacío donde una vez hubo un sentido de responsabilidad comunal y divina.
Por lo tanto, en una reflexión final y con un giro satírico agudo, quizás deberíamos considerar la actualización de los lemas que adornan nuestras bandas presidenciales. En lugar de "Mi poder en la Constitución", un lema que sugiere un compromiso con los principios democráticos y la ley, pero que en la práctica parece distante de la realidad vivida por muchos, quizás un eslogan más apropiado sería "Mi poder en la Oligofrenia". Este nuevo lema capturaría con mayor precisión el escenario político contemporáneo, donde el ejercicio del poder a menudo parece desvinculado de la razón y la ética, guiado más por los caprichos y los intereses de una oligarquía que por el bienestar del pueblo. En este contexto, la sátira no solo ofrece una crítica mordaz sino también una invitación a la reflexión sobre la dirección que nuestra sociedad ha tomado y los valores que deseamos encarnar.