La civilización hispana
Ensayo
Introducción
La "Leyenda Negra" ha impregnado la percepción de la Hispanidad en Europa y el mundo anglosajón, proyectando una imagen de barbarie y represión vinculada al Imperio español. Este ensayo explora críticamente cómo dicha leyenda ha influido en la historia y cultura de América, especialmente en los movimientos de independencia liderados por figuras como Bolívar y San Martín. Siguiendo el pensamiento de la Escuela de Salamanca, es posible advertir la injusticia histórica detrás de esta narrativa distorsionada. Como planteó el Padre Vitoria, en su defensa de los pueblos indígenas y su derecho natural a la autodeterminación, los abusos no representaban la esencia de la misión española, que se basaba en valores cristianos y en el deber de evangelización y justicia.
Desarrollo
Autores como Elvira Roca Barea y Marcelo Gullo sostienen que la "Leyenda Negra" fue un instrumento de propaganda que buscaba debilitar la influencia española en Europa y América. Roca Barea argumenta que esta leyenda nació como resultado de la rivalidad entre potencias europeas, en particular de Inglaterra, y que su objetivo fue socavar la identidad hispana, generando un imaginario que influyó negativamente en la visión de los propios hispanoamericanos sobre su herencia cultural y religiosa.
Bolívar, en su ascenso marcado por la búsqueda de reconocimiento en una corte permeada por el racismo de los intelectuales iluminados franceses, destaca por sus acciones que culminaron en la masacre de indígenas, negros, mulatos y mestizos en América. Este violento episodio contrasta con la realidad previa a las reformas borbónicas en los territorios americanos de Castilla, donde no existía una estructura racializada y donde la esclavitud de los habitantes originarios estaba explícitamente prohibida. Los territorios de ultramar, denominados "colonias" en honor a Cristóbal Colón, distaban de ser simples posesiones explotadas o sometidas en el sentido del colonialismo aplicado por otras potencias, como Inglaterra o Francia. Es importante subrayar que las llamadas "colonias" de Castilla, que más tarde darían nombre al concepto de "Colombia" en un sentido latino, no fueron concebidas para la subyugación de sus habitantes. Los territorios se organizaban en reales audiencias y virreinatos, estructuras que otorgaban a sus poblaciones derechos como súbditos del mismo reino de Castilla, y que no los reducían a una mera condición de vasallos o servidumbre.
En efecto, la legislación hispana, respaldada por la Corona y por figuras de la Iglesia Católica, como los teólogos de la Escuela de Salamanca, prohibía explícitamente la esclavitud de los habitantes originarios. Las Leyes de Indias y la bula "Sublimis Deus" de Pablo III se pronunciaban contra la explotación injusta y reafirmaban la condición de hombres libres y racionales de los indígenas, lo cual se reflejaba en el carácter protector de la legislación sobre sus derechos y propiedades.
Los abusos registrados en América no representan el espíritu ni el ideal católico y monárquico de Castilla, sino que fueron resultado de la codicia de ciertos administradores y encomenderos que, contraviniendo las leyes y el espíritu de la fe cristiana, llegaron a importar esclavos desde Portugal, Inglaterra y otros reinos, donde sí estaba permitida la trata de seres humanos. La compra de esclavos se convirtió en una actividad lucrativa, en la que se involucraron elementos que distorsionaron el ideal de bien común y salvación de las almas que caracterizaba el proyecto evangelizador de la monarquía española en América. Este ideal, promovido por la Corona y la Iglesia, tenía como fin último la integración de los pueblos bajo la fe católica y la justicia social, no su sometimiento o explotación.
Con la llegada de las reformas borbónicas, sin embargo, los cambios administrativos y económicos generaron tensiones entre las élites criollas y el gobierno español. La introducción de nuevos impuestos y la reorganización de los territorios en favor de un mayor control de la metrópoli provocaron una creciente insatisfacción. Bolívar, cuya ambición lo llevó a alinearse con ideas modernistas y a abandonar la defensa de la hispanidad, aprovechó este contexto de tensión. En lugar de unirse al objetivo de consolidar una sociedad justa e integradora bajo el gobierno español, Bolívar y otros secesionistas aspiraron a instaurar su propio poder, incluso al precio de destruir la cohesión social basada en la cultura hispana y en el cristianismo.
A su vez, el racismo ilustrado que Bolívar buscaba emular tuvo como consecuencia la marginación de amplios sectores de la población americana. Tras las secesiones, en países cómo Colombia, se implementaron políticas que favorecían a las élites descendientes de europeos, perpetuando una discriminación estructural en contra de la población mestiza e indígena. Este cambio de poder no representó un avance para la libertad y la igualdad, sino una mera transferencia del dominio de manos de la monarquía a una nueva clase de élites locales. Asimismo, en ciertas regiones se permitió temporalmente la esclavitud, contradiciendo los principios de libertad e igualdad proclamados durante los movimientos de emancipación. Estos aspectos revelan las contradicciones de los nuevos gobiernos y cuestionan los resultados reales de una independencia que, en muchos casos, no resultó en la emancipación de los pueblos, sino en nuevas formas de subordinación bajo otras estructuras de poder.
Esta historia de distorsión de los valores hispánicos y cristianos es un recordatorio de cómo los ideales de justicia y bien común, presentes en la legislación y la tradición católica de Castilla, fueron sacrificados en nombre de las ambiciones personales de algunos líderes de la emancipación.
Bolívar, en su búsqueda de un proyecto político independiente de la monarquía española, mantuvo una visión contradictoria que oscilaba entre el republicanismo y la instauración de gobiernos centralizados y autoritarios. En su famoso "Manifiesto de Cartagena" (1812), Bolívar expresaba con claridad la necesidad de emanciparse de España, aunque no tardaría en advertir la dificultad de un gobierno democrático en Hispanoamérica:
“He arado en el mar” fue una célebre afirmación de Bolívar sobre los problemas de gobernabilidad y la falta de cohesión en los nuevos Estados latinoamericanos. Esta frase refleja su desencanto al final de su vida con el resultado de las independencias y cuestiona la viabilidad de un gobierno estable en la región.
En su Carta de Jamaica (1815), Bolívar expresa: "¿Hasta cuándo debemos esperar para tener paz en América? (…) nosotros mismos hemos sido actores en la desgracia de América, ya que hemos faltado a los principios de justicia y moderación". Esta cita evidencia cómo Bolívar reconocía las contradicciones y los excesos cometidos en el proceso de independencia, y cómo esos actos violentos y las divisiones internas dificultaban la paz.
Considerado el "Precursor de la independencia", Francisco de Miranda tenía una perspectiva más liberal en cuanto al destino de América, aunque también evidenciaba las dificultades de implementar un modelo político europeo en una realidad tan diversa como la de Hispanoamérica. En una carta dirigida a Bolívar, Miranda advertía sobre los peligros de la independencia sin un plan sólido:
"Nos lanzamos a las tinieblas de la libertad, sin tener aún el conocimiento de la virtud que hace posible la verdadera independencia." Esta afirmación de Miranda refleja su percepción de que la independencia debía sustentarse en la educación y la preparación de los pueblos, algo que los líderes independentistas no siempre priorizaron, dejándose llevar en ocasiones por intereses personales.
San Martín, quien también jugó un papel crucial en la independencia del Cono Sur, era más reservado en sus posiciones y buscaba evitar conflictos internos. Sin embargo, en una carta a Bolívar en 1822, en el encuentro de Guayaquil, escribió:
“El único deseo de mi vida es el de ver constituirse a América en la mayor de las naciones del mundo, menos por su extensión y riqueza, que por su libertad y gloria.” Con esta afirmación, San Martín defendía la idea de una unión americana, un sueño que también compartía Bolívar, pero que la falta de cohesión social, los intereses locales y las rivalidades políticas terminaron por frustrar.
En la época posterior a la independencia, ya en el contexto de la Gran Colombia, figuras como Joaquín Mosquera criticaban el caudillismo y el personalismo que caracterizaron a muchos líderes de la independencia. En sus reflexiones, Mosquera señalaba:
“Nos hemos libertado del yugo español, pero aún no nos hemos librado del yugo de nuestros propios caudillos.” Esta observación resalta cómo las luchas por el poder y la falta de una estructura de gobierno estable perpetuaron conflictos en la América recién independizada, demostrando la complejidad de consolidar un Estado sin caer en el dominio de nuevos líderes autocráticos.
En su obra Defensa de la Hispanidad, Ramiro de Maeztu defiende la herencia cultural y espiritual de España en América, argumentando que la hispanidad ofrecía una visión del mundo centrada en valores trascendentes y colectivos, en contraste con el individualismo europeo. Maeztu afirma:
“La Hispanidad es la comunidad de todos los pueblos que se han formado en una visión cristiana de la vida bajo el influjo de España.” Con esta frase, Maeztu destaca que la colonización no fue simplemente una expansión territorial, sino un proyecto cultural y religioso, buscando promover un modelo de sociedad inspirado en los valores del catolicismo y en un sentido de comunidad. Maeztu también señala la necesidad de preservar estos valores frente a la influencia extranjera: “La civilización hispánica no es una colección de individuos, sino una comunidad enraizada en la fe.” En esta línea, Maeztu resalta cómo la identidad hispana no se basa en una competencia material, sino en un ideal común de justicia y fraternidad.
En Madre patria, Marcelo Gullo desarrolla una crítica hacia lo que él llama la "leyenda negra" y argumenta que la independencia de América no fue una revolución contra la opresión española, sino un movimiento de secesión promovido por intereses externos. Gullo escribe:
“La independencia de Hispanoamérica fue en gran medida una obra de Inglaterra, que buscaba fragmentar el poderío español para controlar el comercio de los nuevos Estados.” Esta afirmación de Gullo subraya que los movimientos de independencia no solo fueron resultado de factores internos, sino que estuvieron influenciados por potencias extranjeras con intereses comerciales, que buscaban el debilitamiento de España. Además, en su análisis, Gullo cuestiona la visión de la colonización como un proceso de explotación: “España, a diferencia de otros imperios coloniales, incorporó a los indígenas como súbditos de la Corona y promovió su evangelización.” Esta cita pone en relieve las particularidades de la colonización hispana, que buscó una integración de los pueblos indígenas a través de la protección legal y la evangelización, contrastando con el modelo de otras potencias.
La historiadora Elvira Roca Barea, en su libro Imperiofobia y leyenda negra, analiza cómo la imagen de España fue distorsionada a lo largo de los siglos, en particular por sus rivales europeos, quienes promovieron la llamada "leyenda negra". Roca Barea explica:
“La leyenda negra es una construcción ideológica destinada a deslegitimar a España y justificar la hostilidad de otras potencias europeas hacia su imperio.” Esta frase destaca el aspecto propagandístico de la leyenda negra, que no solo desacreditaba a España, sino que también justificaba las políticas expansionistas de otras potencias. Roca Barea también resalta la diferencia en los modelos coloniales: “España intentó una colonización humanista, inspirada en la protección de los indígenas y en la difusión del cristianismo.” Esta afirmación subraya la misión evangelizadora de España en América y su preocupación por los derechos de los indígenas, en oposición al modelo de explotación que caracterizó a otros imperios.
En sus estudios sobre la hispanidad y el catolicismo, Gabriel Calvo Zarraute destaca la importancia de la religión y los valores morales como elementos centrales en la identidad hispanoamericana. Calvo Zarraute argumenta:
“La Hispanidad se construyó sobre la base de una moral cristiana común, que buscaba la dignidad del hombre y la salvación de las almas.” Con esta cita, Calvo Zarraute señala que la misión de España en América iba más allá de la conquista territorial y estaba profundamente influida por una visión moral y espiritual.
En su obra, también enfatiza el papel de la evangelización: “La evangelización fue la clave para la integración de los pueblos indígenas, a quienes se consideraba hermanos en la fe, no esclavos.” Esta frase resalta la intención de la colonización española de integrar a los indígenas en una misma comunidad cristiana, destacando la diferencia con otros proyectos coloniales basados en la explotación racial y económica.
Pablo Victoria, historiador y escritor colombiano, en sus investigaciones sobre la independencia y la influencia extranjera, afirma que los movimientos de emancipación en Hispanoamérica fueron favorecidos por intereses externos y que, en muchos casos, no representaban una mejora para la población. En su libro El día que España derrocó al imperio británico, sostiene:
“Las élites criollas aprovecharon el discurso de la libertad para su beneficio propio, sin mejorar realmente las condiciones de las masas.” Esta cita critica el papel de las élites independentistas que, según Victoria, no buscaban una liberación auténtica de la población, sino sus propios intereses económicos y políticos.
Además, Victoria analiza la manipulación de los ideales independentistas: “La independencia fue, en gran medida, un proceso de traición a los principios de unidad y justicia que defendía la monarquía española.” Aquí, Victoria subraya la diferencia entre el ideal de la monarquía hispánica, que pretendía una unión fraternal, y los intereses particulares de algunas élites locales que impulsaron la separación para consolidar su propio poder.
Conclusión
La fragmentación de la Hispanidad en múltiples naciones es un tema de crítica histórica y política, sobre todo considerando el contexto de dominación económica, política y cultural que han ejercido las potencias anglosajonas y europeas occidentales sobre América Latina. Esta fragmentación, que trajo consigo la creación de repúblicas “independientes” al estilo occidental, fue en gran parte promovida, financiada y respaldada por intereses británicos, franceses y más tarde estadounidenses. Los beneficios de la unidad en torno a la hispanidad fueron sustituidos por un modelo de estados individuales, debilitados y muchas veces enfrentados entre sí, lo que facilitó el control de las grandes potencias sobre sus economías, recursos y soberanías.
Análisis Crítico de la Fragmentación
La fragmentación política de las antiguas colonias españolas dio como resultado un mosaico de naciones muchas veces antagónicas, cuya identidad común, basada en la hispanidad, fue desplazada o incluso vilipendiada a través de discursos nacionalistas inspirados en modelos europeos. En lugar de seguir un camino propio, las nuevas naciones imitaron sistemas republicanos y democráticos europeos y estadounidenses que no se adaptaban a la realidad cultural, social e histórica de América Latina. Esto tuvo una serie de consecuencias negativas:
Pérdida de Soberanía y Autonomía: Al dividirse en repúblicas independientes, las antiguas colonias perdieron el respaldo de una monarquía centralizada que podía servir de escudo ante la injerencia extranjera. Sin la cohesión de una estructura imperial, cada nación se convirtió en un blanco fácil para la influencia y el control de potencias extranjeras. La imposición de sistemas de deuda, tratados comerciales desiguales y la intervención militar o política de potencias como Estados Unidos e Inglaterra son ejemplos de esta pérdida de autonomía.
División de Recursos y Debilidad Económica: La fragmentación territorial dividió los recursos naturales y económicos que podrían haberse gestionado de manera más eficaz si se mantuvieran bajo una estructura unificada. En lugar de una economía regional integrada, cada país desarrolló una economía de exportación dependiente, facilitando que las potencias extranjeras explotaran sus recursos naturales y su mano de obra. Esta situación perpetuó una dependencia económica que aún caracteriza a la región.
Desvinculación Cultural y Desvalorización de la Hispanidad: Con la fragmentación, se impusieron discursos nacionalistas que en muchos casos rompieron con la identidad común de la hispanidad, vinculada a la lengua, la religión y los valores culturales compartidos. La introducción de ideologías políticas ajenas a la tradición hispana, como el liberalismo y el positivismo, llevó a desvalorizar la herencia cultural y a promover la imitación de modelos europeos y estadounidenses. Este rechazo a la identidad hispana ha sido a menudo reemplazado por una “occidentalización” de la cultura, erosionando el sentido de pertenencia a una misma civilización hispánica.
Influencias Raciales y Religiosas Foráneas: A diferencia del catolicismo, que predica la igualdad de todas las almas y promueve la salvación universal, la teología protestante, particularmente en su versión calvinista, ha justificado visiones de supremacía racial y predestinación. En su versión secular, esta creencia influyó en el desarrollo del darwinismo social y de teorías de superioridad racial, que dieron lugar a ideologías que más tarde adoptaría Hitler y que han impregnado también la actitud colonial de naciones como Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Al aceptar la fragmentación, los países hispanoamericanos se abrieron a la influencia cultural y económica de estas naciones que, en muchos casos, perciben a sus propios sistemas y a su “raza” como superiores.
Desventaja en el Escenario Global: Hoy, América Hispana se encuentra en una posición de vulnerabilidad en comparación con otras uniones culturales y políticas. Mientras Europa ha consolidado su mercado común y Asia ha fortalecido sus bloques económicos, América Latina sigue fragmentada, y cada país intenta negociar solo en un mundo globalizado donde la fuerza depende de la unidad. Esta desventaja estructural limita la capacidad de negociación y, en muchos casos, lleva a depender de las potencias extranjeras en temas como la tecnología, el financiamiento y la seguridad.
La Hispanidad como Respuesta a la Fragmentación
La identidad hispana, en cambio, ofrece una visión unificadora que va más allá de los límites nacionales y resalta la pluriculturalidad dentro de un marco común. Este concepto de hispanidad, aunque fragmentado en múltiples naciones, es análogo a la romanidad en el imperio romano cristiano, donde diversas culturas compartían una misma lengua y valores comunes, preservando a la vez su diversidad. En este sentido, el español se convierte en un lazo de unión, similar a cómo el latín y el griego unieron a las distintas culturas del imperio romano, proporcionando un marco para una colaboración más fuerte entre los pueblos hispanoamericanos.
La hispanidad promueve un modelo donde las diferencias culturales pueden convivir bajo una misma identidad compartida, cimentada en valores de solidaridad, justicia y bien común, en contraposición al individualismo y la competencia que caracterizan a los modelos occidentales dominantes. Por ello, defender la hispanidad significa reivindicar una identidad que no se basa en la supremacía racial ni en la dominación económica, sino en una cosmovisión cristiana y humanista que reconoce la dignidad y el valor de todas las personas.
En conclusión, la fragmentación de la Hispanidad ha dejado a las Españas Americanas en una situación de vulnerabilidad y dependencia frente a las potencias que promueven modelos ajenos a sus valores históricos y culturales. Reafirmar la hispanidad implica rescatar una identidad compartida que aboga por la unidad en la diversidad, permitiendo a los países hispanoamericanos enfrentar el futuro con una visión solidaria y cooperativa, en lugar de competir en desventaja en un mundo globalizado.
Galo Guillermo Farfán Cano.
Guayaquil, Ecuador.