De Fide et Martyrio: Testimonium Veritatis Christianae
De las lecturas de la misa del 07 de mayo de 2023
Hermanos y hermanas, la paz este con ustedes.
La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra cómo la comunidad cristiana en Jerusalén enfrentó un problema en su servicio de caridad diaria. Los apóstoles, conscientes de que su deber era el ministerio de la palabra de Dios, decidieron delegar esta tarea a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Esta decisión permitió a los apóstoles dedicarse a la oración y al servicio de la palabra, mientras que la tarea de atender a las viudas de los griegos fue encomendada a otros.
Sin embargo, en el último párrafo se introduce un tema diferente: la introducción de herejías por parte de ciertos sectores que pretenden modernizar la tradición apostólica. Si bien es importante reconocer que todos somos pecadores, y que aceptar esto es el primer paso para acercarnos a Dios, es necesario tener cuidado al hablar de modernización de la tradición apostólica. La Iglesia es una institución que ha evolucionado a lo largo de los siglos, pero siempre manteniendo la enseñanza y los valores fundamentales del cristianismo.
Negar que el pecado es pecado, en cualquier de sus manifestaciones, no es un rechazo al Espíritu Santo, sino una negación de la verdad. Es importante recordar que la verdad siempre ha sido y será la verdad, y que el Espíritu Santo nos guía hacia ella. Además, el rechazo al Espíritu Santo no nos lleva a las profundidades de Satanás, sino a alejarnos de Dios y de su gracia. Es importante recordar que la lectura de los Hechos de los Apóstoles nos muestra la importancia de la delegación de tareas dentro de la comunidad cristiana, y que debemos tener cuidado al hablar de modernización de la tradición apostólica. Asimismo, es fundamental reconocer la verdad y el papel del Espíritu Santo en nuestra vida, para no alejarnos de Dios y de su gracia.
Monseñor Barron menciona en su sermón de hoy, que somos llamados a ser santos; mientras Cristo nos invita en su palabra a enfocarnos en nuestro propio pecado para poder luchar y superarlo. La invitación de San Pedro a reconocernos como piedras vivas que van entrando en la edificación del templo espiritual nos recuerda que cada uno de nosotros tiene un papel importante en la construcción de la Iglesia y en el anuncio del Evangelio.
Además, es importante destacar que al ser una estirpe elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada a Dios y un pueblo de su propiedad, somos llamados a proclamar las obras maravillosas de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Esta es nuestra misión como discípulos de Cristo y como miembros de la Iglesia.
En cuanto a la idea de que somos ungidos como reyes, profetas y sacerdotes, esto nos recuerda que al ser bautizados, hemos sido incorporados en Cristo y hemos recibido la gracia de ser parte de su pueblo y de su misión. Como reyes, somos llamados a gobernar nuestras vidas y nuestras acciones de acuerdo con los mandamientos de Dios. Como profetas, debemos ser portadores del mensaje de Cristo al mundo. Y como sacerdotes, somos llamados a ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. En este aspecto la segunda lectura de hoy nos invita a acercarnos a Cristo, la piedra angular, y a reconocernos como piedras vivas que van entrando en la edificación del templo espiritual. Somos llamados a ser santos y a proclamar las obras maravillosas de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Además, como miembros de la Iglesia, somos ungidos como reyes, profetas y sacerdotes, con la misión de gobernar nuestras vidas de acuerdo con los mandamientos de Dios, ser portadores del mensaje de Cristo y ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
El mensaje central del Evangelio de Juan es que Jesús es el único camino hacia la vida eterna y la salvación. Él es el único camino que conduce al Padre, y por lo tanto, es crucial que creemos en él y sigamos su camino. Además, Jesús asegura a sus discípulos que su partida es necesaria para preparar un lugar para ellos en la casa de su Padre. Él promete regresar y llevarlos con él, para que puedan estar donde él esté.
El hecho de que Jesús está en el Padre y el Padre en él, refleja la unidad y la comunión que existe entre Dios Padre y su Hijo Jesús. Al conocer a Jesús, también conocemos al Padre, porque Jesús es la imagen perfecta de Dios. De hecho, a lo largo del Evangelio de Juan, Jesús hace varias afirmaciones que implican que él es Dios, como cuando dice "antes de que Abraham existiera, yo soy" (Juan 8:58).
La promesa de que aquellos que creen en Jesús harán obras aún mayores que las que él hizo, es un llamado a la acción y un desafío para sus seguidores. Jesús no solo espera que crean en él, sino que también espera que vivan de acuerdo con su enseñanza y ejemplo, haciendo obras de amor y compasión en su nombre. Este pasaje del Evangelio de Juan nos recuerda la importancia de creer en Jesús como el camino hacia la vida eterna y la salvación, y de seguir su ejemplo de amor y compasión hacia los demás. Nos recuerda que Jesús está en el Padre y que conocerlo a él es conocer al Padre. Por último, nos desafía a hacer obras aún mayores que las de Jesús, para continuar su misión en el mundo.
El Señor nos insta a no juzgar a nuestros semejantes, sin importar el pecado, tal como lo expresó claramente en su mensaje "sácate primero la viga de tu ojo". Esta forma de hablar de Cristo nos llama a enfocarnos en nuestra propia debilidad y no en la de los demás, a luchar y superar nuestros propios pecados y a abstenernos de juzgar, pues sólo Él "ha sido constituido juez de vivos y muertos".
También se nos hace mención de nuestra identidad como Israel, sacerdocio real, templo del Espíritu y nación santa, pues Israel no se limita únicamente al pueblo judío actual, sino que también incluye a la Iglesia, la cual lleva el mensaje del Mesías. A pesar de la obstinada negación de los hermanos judíos aferrados al culto y la ley antiguos, debemos recordar que hemos sido ungidos, o en hebreo "Mashiaj", como reyes, profetas y sacerdotes, porque por medio del bautismo hemos sido injertados en Cristo, Hijo de David, Hijo de Judá, Hijo de Israel, Hijo de Isaac, en quien se depositan las promesas divinas, Hijo de Abraham y, en última instancia, hijos del hombre Adán. Todo esto para que, junto a Cristo, seamos "sal y luz del mundo", como lo afirman las lecturas, ya que somos piedras vivas y, por tanto, miembros de la verdadera nación de Dios.
Permitanme insistir hermanos en este punto acerca de nuestra identidad como Israel, hemos de recordar que ella no se limita al pueblo judío actual, sino que también abarca a la Iglesia (que es la Jerusalen Celeste que baja del Cielo, porque Cristo bajo del cielo y la establecio en la "tierra"), la cual es portadora del mensaje del Mesías.
Debemos tener en cuenta que, como bien se nos recuerda en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino y San Agustín de Hipona, nuestra identidad como Israel abarca no solo al pueblo judío actual, sino también a la Iglesia, que es la Jerusalén Celeste que baja del Cielo y que se ha expandido por todo el mundo. Cristo, al establecer la Iglesia en la "tierra" prometida, comenzó una campaña de conquista en la que salió victoriosa gracias al sacrificio de sus santos, los mártires.
Incluso Roma misma fue conquistada para nuestro Señor mediante el martirio de los dos más grandes príncipes de la Iglesia, Pablo y Pedro, durante la época de Nerón. Si bien los modernistas pueden argumentar que algunas enfermedades mentales pueden conducir a la muerte autoinflingida, debemos tener en cuenta que muchos de los mártires cristianos buscaron evitar ser apresados, y cuando finalmente fueron capturados en episodios inexplicables para la lógica del mundo, salieron libres sin intervención humana.
A los racionalistas y humanistas, que buscan poner el antropocentrismo por sobre el teocentrismo en el mundo les pregunto: ¿Es lógico que tantos creyentes estuvieran dispuestos a dar sus vidas por su fe? ¿Qué tan locos debieron estar los primeros cristianos para aceptar la muerte a manos de sus propios hermanos que los expulsaron de las sinagogas? ¿O a manos del poder político de la época que los utilizó como chivo expiatorio para distraer a sus gobernados de sus propias falencias y enfados, e incluso levantó falsos testimonios para condenarlos a renunciar a su fe y si lo hacian pudieran seguir viviendo?
Es importante recordar que la resurrección de Cristo no es un delirio, un invento o una histeria colectiva. Más de quinientos testigos, en diferentes momentos en el principio, dieron fe de que el Señor había resucitado y había comido con ellos y se había aparecido a Cefas y a los doce. Es por medio de la autoridad eclesial que podemos afirmar la veracidad de estos acontecimientos y continuar llevando el mensaje del Mesías al mundo. Por tanto, no debemos olvidar que nuestra vida espiritual se lleva a cabo en comunidad, en unión con los apóstoles y sus sucesores: los obispos, presbíteros y diáconos, tal como se destaca en la primera lectura. Juntos, como piedras vivas injertadas en Cristo, podemos ser "sal y luz del mundo", vivir en plenitud no solo en esta vida sino en la postrimera con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Verdaderamente, hermanos míos, es digno de meditación y reflexión el hecho de que tantos hombres y mujeres, a través de los siglos, hayan aceptado la muerte en defensa de su fe en Cristo Jesús. Si algunos, en su debilidad, pueden ser llevados a la muerte por enfermedades mentales, ¿cómo explicamos entonces la determinación y firmeza de aquellos que, en pleno uso de su razón y entendimiento, abrazaron el martirio con gozo y paz en el corazón?
El racionalismo no puede explicar por sí solo esta realidad, hermanos. Incluso si algunos de los mártires sufrieron de enfermedades mentales, no podemos negar el hecho de que hubo muchos más que no lo padecían, y que también aceptaron la muerte por amor a su Señor. ¿Cómo explicamos la valentía y la constancia de los primeros creyentes, que enfrentaron la persecución y la muerte a manos de sus hermanos judíos y del poder político de la época? ¿Cómo explicamos que hombres como Pedro, quien negó a su Maestro en un momento de debilidad, luego se levantara con tanta fuerza y valentía que dio su vida por Él?
La respuesta, hermanos, es que estos hombres y mujeres fueron llenos del Espíritu Santo, quien les dio la fuerza y la convicción para sostenerse firmes en la fe, incluso ante la amenaza de la muerte. Fueron testigos de la verdad de la resurrección de Cristo, y esto les permitió enfrentar la muerte con la certeza de que la vida no termina en este mundo, sino que continúa en la presencia de Dios. Esta esperanza y confianza en la vida eterna les permitió aceptar la muerte con serenidad y gozo, sabiendo que su sacrificio no era en vano, sino que era una ofrenda agradable a Dios.
Que nsotros, hermanos, también seamos llenos del Espíritu Santo, para que podamos vivir con la misma convicción y valentía que nuestros hermanos mártires del pasado, y así dar testimonio del amor y la verdad de Cristo en el mundo de hoy.
A pesar de la obstinada negación de los hermanos judíos aferrados al culto y la ley antiguos, hemos sido ungidos como reyes, profetas y sacerdotes, según el término hebreo "Mashiaj", mediante el bautismo en Cristo, quien es Hijo de David, Hijo de Judá, Hijo de Israel, Hijo de Isaac, Hijo de Abraham y, en última instancia, Hijo del hombre Adán. Así, injertados en Cristo, pasamos a ser el Israel deseado por el Padre, y por medio de Él, que es el camino, la verdad y la vida, llegamos al Padre en plenitud, tanto en esta vida como en la venidera.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que la vida espiritual no es una cuestión individual, sino que se desarrolla en comunidad, en unión con los apóstoles y sus sucesores: los obispos, presbíteros y diáconos, como se destaca en la primera lectura. Es por medio de la comunión y la cooperación con los demás que podemos crecer en nuestra vida cristiana y cumplir nuestra misión de ser "sal y luz del mundo", como afirman las Escrituras
No obstante, debemos insistir en que todo lo anterior no implica que la vida espiritual sea una cuestión individual, sino que desde el principio se lleva a cabo en comunidad, unidos con los apóstoles y sus sucesores: los obispos, presbíteros y diáconos, como se destaca en la primera lectura.
En resumen, recordemos siempre la importancia de centrarnos en nuestras propias faltas, en lugar de juzgar a los demás, manteniendo nuestra identidad como hijos de Dios, ungidos por medio del bautismo, y unidos en comunidad bajo la guía de nuestros líderes espirituales.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la ayuda del Espíritu Santo nos guíen y fortalezcan en nuestro camino de fe. Feliz Domingo y que Dios los bendiga a todos