Cómo el Sacerdocio Católico sigue el Orden de Melquisedec y cumple el rol del Sacerdocio Eterno: Despedida del Sacerdocio Levítico
Exégesis.
El Nuevo Testamento enseña que el sacerdocio levítico, que se originó en la tribu de Leví en el Antiguo Testamento, fue reemplazado por el sacerdocio instituido por Cristo y sus apóstoles en la Iglesia Católica.
En el libro de hebreos, se describe cómo Jesús es el sumo sacerdote del nuevo pacto y cómo su sacerdocio es superior al sacerdocio levítico. Hebreos 7,11-12 dice: "Si la perfección hubiera sido posible mediante el sacerdocio levítico -pues sobre esa base recibió el pueblo la Ley-, ¿qué necesidad había de que surgiera un sacerdote de distinta categoría, según el orden de Melquisedec, y que no fuera según el orden de Aarón? Si se cambia el sacerdocio, necesariamente se cambia también la Ley."
Además, en la Primera Epístola de Pedro, se habla de cómo todos los cristianos son llamados a ser sacerdotes en la Iglesia. 1 Pedro 2,9 dice: "Pero vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su admirable luz".
Por lo tanto, la Iglesia Católica enseña que el sacerdocio levítico llegó a su fin con la venida de Cristo y que él estableció un nuevo sacerdocio en su Iglesia, del cual los obispos y sacerdotes católicos son los sucesores.
El cambio de ley al que se refiere el pasaje de Hebreos 7,12 es el cambio del sacerdocio levítico al sacerdocio de Cristo. En el Antiguo Testamento, la ley mosaica establecía que solo los descendientes de Aarón podían ser sacerdotes y ofrecer sacrificios en el templo. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, Jesús es descrito como el sumo sacerdote y el único mediador entre Dios y los hombres (Hebreos 4,14-16, 1 Timoteo 2,5).
En Hebreos 7, el autor argumenta que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio levítico porque Cristo es de una orden sacerdotal diferente, la orden de Melquisedec, y porque su sacerdocio es eterno. El versículo 11 dice: "Porque, cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley." Esto significa que con la venida de Cristo y el establecimiento de su sacerdocio, se produjo un cambio en la ley que regía el culto y la adoración en el templo. Ya no era necesario seguir las leyes y reglamentos establecidos en el Antiguo Testamento, sino que se seguía la enseñanza y la autoridad de Cristo y sus apóstoles en la Iglesia.
El sacerdocio católico y ortodoxo se basa en la tradición y la enseñanza apostólica de la Iglesia primitiva, en la que se considera a Cristo como el sumo sacerdote y a los apóstoles como sus sucesores en la tarea de liderar y pastorear la Iglesia. En la epístola a los Hebreos, se hace referencia al sacerdocio de Cristo como el de Melquisedec, quien es considerado como un prefiguramiento de Cristo en el Antiguo Testamento.
La carta a los Hebreos presenta a Cristo como el sumo sacerdote por excelencia, que ofrece un sacrificio único y perfecto por el pecado y que se ofrece a sí mismo como sacrificio. Se establece una comparación entre el sacerdocio levítico del Antiguo Testamento y el sacerdocio de Cristo, para mostrar cómo el sacerdocio de Cristo es superior en todos los sentidos.
En cuanto a Melquisedec, se menciona en el Antiguo Testamento como el rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, quien bendice a Abraham después de su victoria en una batalla. El autor de la epístola a los Hebreos utiliza este personaje para mostrar cómo Cristo es el sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, y cómo este sacerdocio es superior al sacerdocio levítico, ya que Melquisedec es anterior a la ley de Moisés y su sacerdocio no se limita a una tribu en particular.
En resumen, el sacerdocio católico y ortodoxo se basa en la enseñanza apostólica de que Cristo es el sumo sacerdote y en la tradición de la Iglesia primitiva. Se considera que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio levítico, y que es según el orden de Melquisedec, quien es visto como un prefiguramiento de Cristo en el Antiguo Testamento.
La afirmación de que los sacerdotes católicos y ortodoxos son según el orden de Cristo y de Melquisedec se apoya en varias referencias bíblicas y de los padres apostólicos.
En primer lugar, en la carta a los Hebreos se establece que Cristo es el sumo sacerdote según el orden de Melquisedec: "Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Hebreos 7,17). Esto significa que Cristo es el modelo y la fuente del sacerdocio cristiano.
En segundo lugar, en la Primera Carta de Pedro, se afirma que todos los creyentes son sacerdotes: "Vosotros, en cambio, sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para proclamar sus maravillas" (1 Pedro 2,9). Esto significa que los fieles tienen la obligación de anunciar el evangelio y de ser testigos de Cristo en el mundo.
En tercer lugar, en la carta de Santiago, se afirma que los fieles deben ungirse con aceite en el nombre del Señor: "¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor" (Santiago 5,14). Esta unción con aceite es un signo de la consagración del creyente como sacerdote.
En cuanto a los padres apostólicos, San Clemente de Roma escribió en su carta a los Corintios que los apóstoles nombraron obispos y diáconos para continuar su ministerio: "Los apóstoles, después de haber predicado el Evangelio y fundado la Iglesia, entregaron el encargo del episcopado y del diaconado a sus colaboradores" (1 Clemente 42,4). Esto muestra que la estructura jerárquica del sacerdocio fue establecida por los propios apóstoles.
En conclusión, los sacerdotes católicos y ortodoxos son considerados como sacerdotes según el orden de Cristo y de Melquisedec, ya que su ministerio se basa en la tradición bíblica y apostólica de la Iglesia. Además, todos los fieles son considerados como sacerdotes ungidos y tienen la responsabilidad de anunciar el evangelio en el mundo.
- En la Primera Epístola de Pedro 2,9 se dice: "Vosotros, en cambio, sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las proezas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa".
- En el Apocalipsis 1,5-6 se lee: "Al que nos ama y nos ha liberado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para su Dios y Padre, a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén".
- En la Epístola a los Hebreos 5,1-5 se explica cómo Cristo es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, y en el capítulo 7 se compara a Cristo con Melquisedec y se habla del sacerdocio eterno de Cristo.
Los Padres de la Iglesia también hablan del sacerdocio común de los fieles. San Ireneo de Lyon dice en su obra "Adversus haereses": "La Iglesia, aunque se extienda por todo el mundo, tiene un solo corazón y una sola alma; de la misma manera que el sol, criatura de Dios, es uno solo, pero ilumina todo el mundo, así también la palabra de Dios se extiende por todo el universo y da la vida a todos los hombres que quieren recibir la verdad. Y los fieles en Cristo Jesús, que son hijos de Dios, se han convertido en sacerdotes de Dios, y levantan ofrendas a Dios en todas partes".
En conclusión, la enseñanza católica y ortodoxa sostiene que todos los bautizados son parte del sacerdocio común de los fieles, participan del sacerdocio de Cristo y están llamados a ser profetas, sacerdotes y reyes en el mundo. Esto se basa en la enseñanza bíblica y de los Padres de la Iglesia.
Aquí te dejo algunas referencias del Antiguo Testamento que refuerzan la idea de que todos los fieles pueden ser considerados sacerdotes, profetas y reyes:
"Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel." (Éxodo 19,6).
"Y los ungirás como ungiste a su padre, para que me sirvan como sacerdotes; y la unción les servirá por sacerdocio perpetuo a lo largo de sus generaciones." (Éxodo 40,15).
"Y el Señor me dijo: 'Has visto bien, porque yo vigilo sobre mi palabra para cumplirla'." (Jeremías 1,12).
"Y el Espíritu del Señor vino sobre él, y profetizó en medio de ellos." (1 Samuel 10,10).
"Y pondré mi espíritu en ti, y harás que se cumplan mis leyes, y guardarás mis estatutos y los pondrás por obra." (Ezequiel 36,27).
Estos pasajes, junto con los que mencioné anteriormente, muestran que desde el Antiguo Testamento se habla de la idea de un sacerdocio común de todos los fieles, ungidos y llamados por Dios para servirle y anunciar su Palabra.
La Iglesia católica ha mantenido la enseñanza apostólica y ha defendido la fe y la tradición a lo largo de los siglos. Esto se puede ver en la manera en que la Iglesia ha aclarado los puntos difíciles de interpretación sin cambiar la fe y la tradición. Un ejemplo de esto es el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., donde se afirmó la divinidad de Jesucristo frente a los herejes que afirmaban que Jesús era una criatura.
Otro ejemplo es la definición de la doctrina de la Santísima Trinidad en el Concilio de Constantinopla en el año 381 d.C. La Iglesia ha mantenido esta doctrina hasta el día de hoy, ya que es una enseñanza fundamental de la fe cristiana.
En cuanto a la defensa de la tradición, la Iglesia ha mantenido la celebración de los sacramentos y la liturgia de la manera que se ha transmitido desde los tiempos apostólicos. La Iglesia también ha mantenido la sucesión apostólica y la autoridad de los obispos y del Papa como sucesor de San Pedro.
En resumen, la Iglesia católica ha sido fiel a la enseñanza apostólica y ha defendido la fe y la tradición a lo largo de los siglos, manteniendo la pureza de la fe y de la enseñanza transmitida por los apóstoles.
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El dogma de la virginidad perpetua de María es uno de los ejemplos de cómo la Iglesia ha aclarado y profundizado en la enseñanza apostólica sin cambiar la fe y la tradición. La creencia en la virginidad perpetua de María se basa en la Escritura y en la enseñanza de los Padres de la Iglesia.
En la Escritura, se menciona que Jesús tiene hermanos y hermanas, pero la Iglesia ha entendido esto de manera simbólica y no literal. Por ejemplo, en Mateo 12,46-50, Jesús dice que sus verdaderos hermanos y hermanas son aquellos que hacen la voluntad de Dios, lo que indica que la relación entre Jesús y sus "hermanos" es espiritual y no biológica.
Además, la Iglesia ha encontrado apoyo en la Escritura para la creencia en la virginidad perpetua de María en pasajes como Isaías 7,14, que profetiza que una virgen concebirá y dará a luz un hijo. También, en Lucas 1,34, cuando María pregunta cómo será posible que ella conciba siendo virgen, el ángel Gabriel no la corrige, sino que le asegura que el Espíritu Santo la cubrirá con su sombra.
Por último, los Padres de la Iglesia, desde los primeros siglos, han enseñado y defendido la virginidad perpetua de María. San Ignacio de Antioquía, en el siglo I, se refiere a María como "siempre virgen". San Ireneo de Lyon, en el siglo II, afirma que María es "siempre virgen" antes, durante y después del parto. San Jerónimo, en el siglo IV, defiende la virginidad perpetua de María contra los argumentos de los herejes.
En resumen, la creencia en la virginidad perpetua de María es un ejemplo de cómo la Iglesia ha profundizado en la enseñanza apostólica sin cambiar la fe y la tradición, basándose en la Escritura y en la enseñanza de los Padres de la Iglesia.
El dogma de la Inmaculada Concepción de María establece que desde el primer instante de su concepción, María fue preservada de todo pecado, incluyendo el pecado original. Este dogma se basa en la idea de que María debía estar libre de todo pecado para poder ser la madre de Jesús, quien es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.
Este concepto se encuentra en la Biblia en la profecía de Isaías, cuando se habla de la "mujer" que dará a luz al Mesías sin mancha: "Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel" (Isaías 7,14). Además, el apóstol Pablo se refiere a la idea de que Jesús nació de una mujer "en el tiempo señalado" (Gálatas 4,4).
En cuanto a la pureza de la enseñanza apostólica, la Iglesia Católica sostiene que ha mantenido y enseñado la misma fe y tradición desde los tiempos de los apóstoles hasta el presente. Los padres de la Iglesia, los concilios ecuménicos y la enseñanza magisterial de la Iglesia son algunos de los medios por los cuales se ha transmitido y aclarado la fe a lo largo de los siglos.
Por ejemplo, el Concilio de Nicea (325 d.C.) definió la naturaleza divina de Cristo, mientras que el Concilio de Efeso (431 d.C.) proclamó a María como la "Madre de Dios". Estas definiciones ayudaron a clarificar y preservar la fe católica.
El dogma de Teotokos es importante porque afirma la plena divinidad y humanidad de Cristo, que es el fundamento de la fe cristiana. La idea de que María es la madre de Dios se basa en la enseñanza de que Cristo es una persona divina y humana con dos naturalezas, la divina y la humana, unidas en una sola persona. Este concepto fue debatido en la Iglesia primitiva y finalmente se afirmó en el Concilio de Éfeso en el año 431, donde se proclamó que María es la Theotokos o "portadora de Dios".
Este dogma no significa que María sea divina o igual a Dios, sino que dio a luz al Hijo de Dios encarnado en su vientre. El uso del término "Madre de Dios" se enfoca en la naturaleza divina de Cristo y su relación con el Padre. La importancia de este dogma radica en que, si Cristo no es verdadero Dios y verdadero hombre, entonces la salvación de la humanidad no puede ser posible. Por lo tanto, afirmar a María como Theotokos es esencial para la comprensión de la fe cristiana.
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Es cierto que la Iglesia Católica reconoce la existencia del pecado y de la debilidad humana, pero también cree en la capacidad de la gracia divina para transformar y santificar a las personas. Algunos ejemplos de pecadores convertidos en santos incluyen a San Agustín de Hipona, quien antes de su conversión llevaba una vida de libertinaje, o a Santa María Magdalena, quien fue liberada de siete demonios antes de convertirse en una ferviente seguidora de Jesús.
Además, la Iglesia Católica enseña que todos los fieles, independientemente de sus pecados, tienen el potencial de ser santos y buscar la perfección en la vida cristiana. Esto se logra a través de la oración, la participación en los sacramentos y la práctica de las virtudes cristianas. La santidad no es una meta inalcanzable reservada para unos pocos elegidos, sino que es un llamado universal que todos los cristianos están llamados a seguir.
La Iglesia católica es una Iglesia que acoge a todos los seres humanos sin excepción, independientemente de su pasado o su presente. La razón de esto es que la Iglesia cree que todos los seres humanos son hijos de Dios y que Jesucristo vino a salvar a toda la humanidad. De hecho, el propio Jesús en el Evangelio dice que no vino a llamar a los justos sino a los pecadores al arrepentimiento (Mateo 9,13).
La Iglesia católica entiende que todos los seres humanos son pecadores y que necesitan de la misericordia y del perdón de Dios. La Iglesia no juzga a las personas por su pecado, sino que busca ayudarlas a salir de su situación y a encontrar el camino hacia la santidad y la plenitud de vida. Es por eso que la Iglesia ofrece los sacramentos, como la confesión y la eucaristía, como medios de gracia y ayuda para el camino de conversión y de crecimiento en la fe.
Hay muchos ejemplos de personas que han sido acogidas por la Iglesia católica a pesar de sus errores o de sus dificultades. Por ejemplo, San Agustín de Hipona, uno de los grandes doctores de la Iglesia, fue en su juventud un pecador y un pagano. Sin embargo, gracias a la acogida y a la ayuda de la Iglesia, encontró el camino hacia Dios y se convirtió en uno de los grandes santos de la historia.
Otro ejemplo es el de San Francisco de Asís, quien en su juventud llevó una vida disoluta y de pecado. Pero al escuchar la llamada de Dios y gracias a la ayuda de la Iglesia, se convirtió en un modelo de santidad y de amor a los más pobres y necesitados.
En resumen, la Iglesia católica no rechaza a nadie porque cree que todos los seres humanos son hijos de Dios y necesitan de la misericordia y del perdón de Dios. La Iglesia busca ayudar a todas las personas a encontrar el camino hacia la santidad y la plenitud de vida, independientemente de su pasado o su presente.
Es cierto que la Iglesia católica enseña que los roles de hombres y mujeres son diferentes, pero no se puede decir que las mujeres tengan un rol inferior en la Iglesia. De hecho, la Iglesia ha reconocido y venerado a numerosas mujeres santas y mártires a lo largo de su historia.
Entre las grandes santas de la Iglesia católica se encuentran Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia y fundadora de las carmelitas descalzas; Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia y mística; Santa Brígida de Suecia, fundadora de la orden de las brigidinas y patrona de Europa; y Santa Edith Stein, filósofa y religiosa carmelita que murió en un campo de concentración nazi.
Además, hay muchas mujeres laicas que han hecho grandes contribuciones a la Iglesia, como Santa Gianna Beretta Molla, una madre de familia que dio su vida por salvar a su hijo por nacer, y Santa María de la Cabeza, una mujer analfabeta que fue martirizada por su fe en España durante la Guerra Civil.
La Iglesia también ha reconocido y honrado a la Virgen María, quien es considerada como la más grande de todas las santas y modelo de santidad para todos los fieles. En la liturgia católica, se le da un lugar privilegiado a la Virgen, y se la considera como la corredentora junto con su Hijo Jesús.
Por lo tanto, la afirmación de que las mujeres tienen un rol inferior en la Iglesia no es cierta. Las mujeres pueden tener roles importantes y destacados en la Iglesia, y la Iglesia las reconoce y honra por su contribución a la vida de fe de los fieles.
En cuanto al sacerdocio femenino, la Iglesia Católica no lo permite debido a su comprensión de que la ordenación sacerdotal es reservada a los hombres, tal como fue instituida por Cristo y practicada por la Iglesia primitiva. La Iglesia sostiene que esta enseñanza es parte de la Tradición y que no tiene la autoridad para cambiarla. Sin embargo, esto no significa que las mujeres no tengan un papel importante en la vida de la Iglesia, como se ha mencionado anteriormente.
Es importante destacar que la reserva del orden sacerdotal a los hombres en la Iglesia Católica no se basa en una cuestión de superioridad o inferioridad entre géneros, sino que se fundamenta en una tradición que se remonta a los mismos apóstoles y a Cristo, quienes establecieron el sacerdocio de manera exclusiva para hombres.
En la Biblia, los doce apóstoles elegidos por Cristo eran todos hombres, y Jesús mismo, siendo varón, se presentó como el sumo sacerdote del nuevo pacto. La sucesión apostólica también se llevó a cabo únicamente entre hombres, lo que ha llevado a la Iglesia a mantener esta tradición.
Sin embargo, es importante destacar que las mujeres han desempeñado un papel fundamental en la Iglesia a lo largo de la historia, desde las primeras comunidades cristianas hasta el presente. Muchas mujeres santas han sido reconocidas por su santidad y heroísmo en la fe, y han realizado una gran cantidad de obras de caridad y apostolado.
Además, la Iglesia Católica reconoce la igualdad de género ante Dios y promueve la dignidad y el respeto hacia todas las personas, independientemente de su género. En este sentido, la Iglesia busca fomentar la participación activa de las mujeres en la vida eclesial y su servicio a la comunidad.