Cese del sacrificio Perpetuo

Análisis

Isaías 9 es un capítulo que destaca por su naturaleza mesiánica y esperanzadora. Comienza con la promesa de liberación y un gran aumento de gozo para el pueblo que ha vivido en tinieblas, simbolizando la llegada de una nueva luz. La parte central del capítulo es una profecía famosa sobre el nacimiento de un niño a quien se le atribuyen títulos como "Consejero Admirable, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz". Este niño es visto como un futuro rey que traerá paz y justicia, interpretado en la tradición cristiana como una profecía de la venida de Jesucristo.

Ezequiel 38-39:
Estos capítulos describen una profecía sobre Gog, el príncipe de Magog, quien lidera una coalición de naciones en un ataque contra Israel. Ezequiel describe cómo Dios intervendrá milagrosamente para proteger a Israel, derrotando a Gog y sus aliados. La profecía concluye con la restauración de Israel y la reafirmación de la soberanía de Dios. En la interpretación cristiana, estos capítulos a menudo se han visto como una referencia a conflictos espirituales o físicos en los últimos tiempos.

La Ramera de Babilonia en el Apocalipsis:

En el Apocalipsis, la "ramera de Babilonia" se describe como una entidad corrupta y poderosa, asociada con idolatría y opresión. La exégesis tradicional católica ha interpretado a menudo esta figura como una representación de Roma, especialmente en el contexto histórico de la persecución de los primeros cristianos. Sin embargo, hay interpretaciones que sugieren que la "ramera de Babilonia" podría ser Jerusalén. Esta visión se basa en cómo los profetas del Antiguo Testamento en ocasiones describen a Jerusalén como una "ramera" debido a su infidelidad a Dios. Además, el hecho de que Cristo fuera crucificado en Jerusalén refuerza esta interpretación, especialmente considerando la referencia a la ciudad "donde también fue crucificado su Señor" en el Apocalipsis (Apocalipsis 11, 8). Este enfoque sugiere que la "ramera de Babilonia" simboliza la infidelidad y la corrupción religiosa, con un énfasis particular en Jerusalén como un centro de tales acciones, en contraposición a la fidelidad y pureza espiritual que se espera de la ciudad santa.

El cese del sacrificio perpetuo se menciona en el libro de Daniel, específicamente en Daniel 9, 27 y Daniel 1, :11.

En Daniel 9, 27, se hace referencia a un pacto que será quebrantado y, como consecuencia, el sacrificio perpetuo cesará. Este versículo es parte de la profecía de las setenta semanas de Daniel, que muchos estudiosos interpretan como una predicción de eventos que culminan en la destrucción del Segundo Templo en Jerusalén en el año 70 d.C., así como eventos relacionados con el fin de los tiempos.

Daniel 12, 11 también menciona el cese del sacrificio diario, seguido por la instauración de la "abominación desoladora". Esta parte de la profecía de Daniel a menudo se interpreta como una referencia a eventos históricos específicos relacionados con el templo en Jerusalén, como la profanación del templo por Antíoco IV Epífanes en el siglo II a.C. Sin embargo, en la interpretación cristiana, estos pasajes también son vistos como prefiguraciones de eventos futuros relacionados con el fin de los tiempos.

En el contexto cristiano, especialmente en la interpretación católica, el "sacrificio perpetuo" se asocia con la celebración de la Eucaristía, que es vista como la representación perpetua del sacrificio de Cristo en la cruz. Por lo tanto, el cese del sacrificio perpetuo en Daniel ha sido interpretado por algunos como una profecía sobre un tiempo en el futuro cuando la celebración de la Eucaristía será interrumpida o prohibida, posiblemente en el contexto de una persecución o apostasía.

En el contexto de las profecías bíblicas, particularmente aquellas en el libro de Daniel relacionadas con el cese del sacrificio perpetuo, surge una interpretación profunda y significativa dentro de la teología católica. Tradicionalmente, la destrucción del Templo de Jerusalén por Tito en el año 70 d.C. ha sido vista como el cumplimiento literal de esta profecía. Sin embargo, en una perspectiva teológica más amplia y desde un punto de vista cristiano, especialmente católico, el sacrificio perpetuo alude a una realidad espiritual mucho más profunda y eterna: la Misa, como la Oblación y el Memorial de la Pasión de Cristo, representada en el sacrificio perpetuado en el altar de la cruz.

La Misa, en la doctrina católica, es vista no solo como una conmemoración o recordatorio de la Última Cena, sino como una re-presentación mística y atemporal del único sacrificio de Cristo. En este contexto, el sacrificio perpetuo mencionado en Daniel 9, 27 y 12, 11 trasciende un evento único en la historia y se convierte en un evento eterno, presente en cada celebración eucarística. Así, la interrupción del sacrificio perpetuo podría interpretarse como una profecía referente a un tiempo en el que la celebración de la Eucaristía sea impedida, lo cual sería visto como un signo de grandes tribulaciones o incluso del fin de los tiempos.

En cuanto a las visiones y profecías de videntes reconocidos en la Iglesia Católica, como Santa Faustina Kowalska y la Beata Ana Catalina Emmerich, sus experiencias místicas aportan dimensiones adicionales a la comprensión católica de las escrituras y los misterios de la fe. Estas figuras son vistas no solo como testigos de la fe, sino también como portadoras de mensajes divinos para la Iglesia y el mundo. Sin embargo, es crucial señalar que la Iglesia no mantiene una lista oficial de videntes y que la autenticidad de tales visiones y mensajes es siempre objeto de un discernimiento cuidadoso y riguroso por parte de la autoridad eclesiástica.

Respecto a la interpretación de las profecías apocalípticas y las visiones místicas, la Iglesia Católica adopta una postura de cautela y reflexión. Aunque reconoce la importancia de estas profecías como parte de la revelación divina, la Iglesia enfatiza la necesidad de evitar interpretaciones sensacionalistas o fundamentalistas. La posición oficial de la Iglesia se centra más en la preparación espiritual de sus fieles para el encuentro con Dios y en la vivencia del Evangelio, que en la especulación sobre los detalles del fin de los tiempos.

En resumen, desde una perspectiva católica, el sacrificio perpetuo mencionado en las profecías de Daniel se interpreta como una referencia al sacrificio eucarístico, central en la fe y práctica católicas. Las visiones de videntes, aunque respetadas y a veces veneradas, son abordadas con prudencia y discernimiento, y la preparación espiritual para el encuentro con Dios se mantiene como el enfoque principal de la enseñanza y práctica católicas.

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